Señales que no entiendo

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Joaquín acababa de enviarme un mensaje de WhatsApp y decía lo siguiente:

«Hola Emilio, la neta no sé por qué te estoy escribiendo, supongo que es porque te noté un poquito raro hace un rato, pero no te preocupes, ah sí, también me preguntaba si querías ir a comer algo mañana al nuevo café que abrieron en el centro comercial, bueno puede que tengas cosas que hacer, pero es sábado y en verdad espero que aceptes, claro, si quieres, si no, no hay problema, eh, saludos».

Y después envió lo siguiente:

«Soy Joaquín, por cierto».

Y creí que yo era el raro, sin embargo esto superaba por mucho mis expectativas. Joaquín estaba pidiéndome una cita, no podía creerlo, aunque..., eso no era considerado una cita, ¿o sí? ¡Ah! Eso era demasiado confuso, me la pasé el día evitándolo y de la nada me invita a salir.

Vale, está bien, puede que esto haya sido un poquito mi culpa, con eso de portarme como un total idiota frente a él debí preocuparlo, pero soy yo quien se está haciendo ideas. Bien, le diré que sí, ¿qué es lo peor que podría pasar? Somos un par de amigos pasando el rato bebiendo y comiendo, no hay algo romántico en todo eso, por favor.

Así que escribí:

«Sería un placer para mí aceptar su gentil invitación, amable caballero. Espero la confirmación de la hora a la que esta actividad se llevará a cabo y que usted sea el responsable de cubrir todos los gastos».

Eso salió bien, cambiar mi lenguaje cuando me sentía nervioso era una buena forma de controlarlo, sin embargo ahora tenía un nuevo problema, ¡¿qué me iba a poner?! Coloqué ambas manos sobre mi cabeza y me repetí en voz alta mientras la golpeaba: — ¡No es una cita!

*   *   *

Estaba sudando de nervios, jamás me había puesto así por alguien más, llevaba quince minutos esperando en el café «Gran Tostado» al que quería venir Joaquín y ya había pedido más de dos botellas de agua, si no detenía eso terminaría echándolo todo a perder por una vejiga loca.

Iba por un nuevo trago a la botella cuando alguien frente a mí me sacó de mis pensamientos, era él, se había puesto un crop top amarillo sólo para venir aquí, ¿cómo esperaba que me concentrara si llegaba pavoneando su seductora cadera? 

«Emilio, basta» me dije a mí mismo, tenía que lucir natural.

— Hola. — dijo sentándose en la silla frente a mí. No me miró cuando lo hizo, veía hacía abajo como si mi rostro fuera tremendamente horrible para mirarlo.

— H-hola, — tartamudeé al contestar — qué lindo el clima de hoy ¿no?

Idiota, de tantas cosas que pude decir, dije esa pendejada, me despeiné un poco la nuca para tratar de hacer más ameno el ambiente.

— S-sí, supongo. —respondió sonriendo aún sin mirarme. También parecía nervioso, era extra

No podía esconder esto más, si no hablaba con él acerca de lo que sentía las cosas terminarían empeorando. Seguramente se trataba de un simple enamoramiento, y la verdad, si se lo comentaba a Joaquín lo más probable era que se esfumara.

Sí, tenía que decírselo.

— Joaquín, — comencé — ¿puedo decirte algo? — coloqué mi dedo índice sobre el labio.

— Sí, dime. — sus ojos se dividían entre ver la mesa de madera y mi nariz, pero no mis ojos de vuelta.

— Bueno... — tragué saliva — ¿alguna vez has sentido que te gusta un amigo?

— ¿Amigo? — levantó las cejas.

— O amiga — aclaré levantando la mano — con lo que te sientas más cómodo.

— De hecho sí, sé lo que se siente. — dijo entrelazando sus dedos.

Ah, carajo, esto era tan difícil, la situación no cooperaba conmigo, tenía que decírselo y ya, todo terminaría más rápido , pero, ¿cómo? Joaquín podría ser muchas cosas, aunque no era muy perceptivo con esos temas, normalmente tenía que terminar explicándole toda la situación.

— Lo que pasa es que creo que me gusta alguien muy cercano a mí.

— ¿De verdad? — casi derriba la mesa al levantarse, recobró la compostura y se sentó avergonzado — ¿Quién?

— Eh, pues... — comencé a temblar un poco — antes de decírtelo, ¿tú crees que sea buena idea que lo sepa?

— ¡Pues claro! Si no cómo vas a saber qué es lo que piensa, igual tú también le gustas, necesitas decir lo que sientes, porque si te lo guardas no vas a llegar a ningún lado.

Vaya que tenía razón, el no sacarlo llevaba destrozándome durante días.

— Está bien, tienes razón, la verdad es que hace apenas unos días me dí cuenta de lo que sentía y quien me gusta es...

— ¿Sí?

— Eres tú, Joaquín. — sus mejillas se coloraron y se echó para atrás.

— Emilio, ¿eres gay? — su pregunta me desconcertó, en todo este tiempo no me había detenido a pensarlo, ¿soy gay?

— ¡No sé! No estoy seguro...

— ¿Cómo que no sabes, Emilio?

— ¡Pues no sé! — golpeé con ambas manos la mesa — sólo sé que siento cosas cuando te veo y... y quería que lo supieras.

— Emilio, en verdad me halagas, pero no te veo de la misma manera, ¿estás seguro de lo que sientes?

Sus palabras me golpearon con más fuerza que ver los videos de mi madre en Facebook.

— S-sí, eso es lo que siento...

— Lo siento, pero no podemos interferir con nuestra relación, tenemos un trabajo y no podemos echarlo a perder, lo siento de verdad.

Joaquín me mató, pero era lo que necesitaba, tirar a la basura lo que siento por él, que todo muriera.

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2019 ⏰

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Un beso de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora