Dime si tú también

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Emilio estaba ahí parado frente a mí, con cara de bobito. La verdad, era divertido verlo de esa forma, aquel tipo confiado y con gran autoestima miraba hacia abajo, el cholo parecía vulnerable.

— ¿Cómo? ¿Un sueño? — le pregunté intrigado.

—  Sí, un sueño Joaquín —  se llevó las manos al rostro y comenzó a dar vueltas sobre su propio eje — pero no sé si te guste de lo que se trató.

— ¿Por qué no me gustaría? Ni que fuera algo malo, ¿o sí? 

Neta, Emilio está actuando un poquito raro, o sea, digo, llega tarde y se la pasa evitándome todo el día, ni siquiera me mira a los ojos, quiero saber de qué se trata todo esto.

— Bueno, no, no es algo tan malo porque nada más fue un sueño, pero yo se que esas cosas te molestan.— dijo taladrando el piso con la mirada.

— ¿Esas cosas? Emi estás empezando a preocuparme, — crucé los brazos como autodefensa — ¿de qué se trató el sueño?

—  Trataba de...

 —  Ajá te escucho mi amigo. —  añadí sonriendo, su rostro perdió el color un segundo.

— En mi sueño tú y yo... hacíamos carnitas a los cuyos.  — confesó entrecerrando los ojos como si esperara un regaño.

—  ¡Emilio! ¡Qué horror! Sabes que respeto mucho a los animales. — me llevé la mano a la frente mientras lo veía moverse incómodo.

—  Sí, ya sé, por eso no quería que supieras.

—  Bueno, si sólo era eso está bien. — le dediqué un par de risotadas.

—  Oye, Joaco, lo siento, pero ya tengo que irme.  —  miró nervioso la salida, parecía que quería huir lo más rápido posible.

—  Cierto, hasta mañana.  — lo rodeé con mis brazos para despedirme de él.

—  Eh, s-sí, hasta mañana.

Y Emilio se fue.

• • •

Ay, pero qué loco día. Emilio sí que estuvo más raro que nunca, y francamente no lo entiendo. Llegué a mi casa y lo primero que hice fue meterme en la cama, les dije a los demás que había comido mucho y que la próxima vez no fallaría, pero claro que todo era mentira, apenas si había comido un intento de pingüinos en la mañana.

Si Emilio no estaba ahí la verdad no tenía caso ir, sí, yo sé, yo sé, me llevo bastante bien con el resto de los muchachos, sólo que a veces podemos caer en un silencio incómodo del cual Emilio siempre me rescata. Es gracioso, hablo de él como si se tratara de un superhéroe o algo así.

En los últimos dos años, sobre todo en los meses más recientes nos hemos vuelto muy cercanos, y eso que al inicio no me agradaba mucho, lo veía como un niñito presumido, mi percepción suya cambiaría con el tiempo, pero al inicio sí que tuvimos roces, y muchos. Recuerdo una vez en la que le pedí, casi le imploré que ensayáramos una vez más nuestra escena y me dejó hablando solo, menos mal que ya no hace eso.

Estando en mi cama podía pensar en muchas cosas, era una especie de santuario para mí, un lugar de relajación y por alguna razón, la única cosa en mi cabeza era Emilio.

Desde hace tiempo esto pasaba seguido, estaba desayunando tranquilamente y ¡bum!, aparecía Emilio, intentaba dormir  y de repente aparecía él, o incluso me encontraba disfrutando de un gran momento en la regadera y...

Ok, ya, ya, eso fue demasiado.

Me preguntaba si Emilio pensaría lo mismo sobre mí, si ya me veía como algo más que un amigo laboral, sabía que al menos lo hacía como un amigo, ciertamente en el fondo eso no me bastaba pero era un comienzo.

Miré hacia mi buró donde había dejado cuidadosamente mi celular, lo tomé con la esperanza de tener algún mensaje de mi superhéroe, nada. Pero, ¿por qué debía esperar a que él lo hiciera? Yo también tenía dedos en mis manos, por lo tanto la capacidad necesaria para enviarle un texto, así que me dispuse a redactar.

Me quedé en blanco.

No tenía algo que decirle, pero el simple motivo de pensar en él me había incitado a comunicarme, ¿qué rayos significaba eso? Para ser sincero, desde hace tiempo una idea rondaba por mi cabeza, ¿qué tal si me gusta Emilio? No tendría nada de raro, es decir, estábamos juntos todo el día, compartíamos la ropa, incluso nos besábamos frecuentemente, sería normal que esto sucediera, pero, no, no, no puedo permitir que esto suceda, soy un profesional, no puedo dejar que mis hormonas me nublen el juicio.

Sí, así es, estaría mal que yo sintiera algo así por Emilio, digo no soy gay, creo, ¿lo soy? No quiero que las personas me etiqueten debido a mi personaje, sin embargo, ¿no nos han enseñado que el corazón nunca se equivoca? Ah, ¡esto es muy difícil! Es que Emilio siempre es tan atento conmigo y la manera en que baila y canta, no lo hace del todo bien pero me gusta, además su cabello siempre me ha fascinado, es enserio, ¿cómo le hace para tenerlo así? y su sonrisa...

Ay, no puede ser, me gusta Emilio.

Un beso de verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora