Capitulo I

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Hola, seguro te estarás preguntando de qué va esto, pues bien. Soy Stephanie Miller, tengo 22 años y a pesar de ser tan joven tengo mil demonios los cuales me atormentan y se alimentan de mi alma. Sobrevivir hoy en día y en esta sociedad no es nada fácil, eso lo aprendí desde muy pequeña. Verás, mi padre no lo conocí, por lo tanto nunca estuvo a mi lado. Y mi madre… bueno, ella en algún tiempo fue una mujer humilde pero muy hermosa, dicen que me le parezco mucho, era alta, blanca y con un cuerpo  envidiable por muchas; en lo único que nos diferenciamos es en los ojos, los míos son de un profundo azul grisáceo y los de ella son marrones claros, sin embargo todo hubiese sido perfecto de no tener que vivir en barrio de mala muerte y que, ella o estaba “trabajando”, en el oficio más antiguo del mundo, por cierto; o ebria en algún bar del vecindario.

Seguro que ya te has de estar compadeciendo de mí. Pues no lo hagas, yo no lo hago. He crecido durante todo este tiempo en ese ambiente y digamos que como es el único que conozco ya me acostumbré, hasta aprendí desde hace algún tiempo a ejercer el oficio.

 Pero que eso no te confunda, nunca quise esta vida, nunca esperé que las cosas sucedan de la manera en que se están dando, pero que voy hacer, como me decía a menudo la gente: los ricos nacieron para ser adinerados y poderosos y; las putas para ser… putas. Sin embargo hubo un tiempo en que estuve convencida que no era verdad, no creía que estuviésemos destinados para algo y que no pudiéramos cambiarlo. Creía que existía algo más, que había la posibilidad que un día todo cambiara y que simplemente podría ser feliz… pero ahora realmente ya no estoy segura de ello, ahora dudo que en algún momento mi vida pueda cambiar…

                                                                         ***

—¿Sabes qué? Ya no te aguanto, déjame vivir mi vida, con qué derecho me pides que sea diferente, ¡mírate eres una perr…! —No me deja continuar pues recibo una bofetada mientras gritaba que no le falte el respeto, que era mi madre... —. ¿Madre tú? Por Dios eso no te lo cree nadie. Ahora no vengas hacerte la madre abnegada. Antes cómo no decías nada cuando te traía el dinero, ni siquiera preguntabas de donde lo sacaba; claro cómo lo ibas a hacer si estabas muy “ocupada” con tus clientes; los cuales, por cierto, sabes por qué ya no te llaman... pues ya tienen algo mejor. Me tienen a mí, ya no quieren a una vieja drogada y borracha como tú... Y no intentes volver a levantarme la mano pues no respondo. ¡Espera! —La cojo fuertemente del brazo para que no se vaya—. Que todavía falta que te diga unas cuantas cosas más. Te odio porque tú me metiste en esto, mírame en lo que me has convertido, soy una cualquiera igual que tú, lo peor es que no sé ni cómo entre en esto. Por tu culpa, ¡te odio!... —intento irme ya no aguanto más, pero ella me coge de los hombros. Reacciono bruscamente. No sé en qué momento la empujo, tropieza y se da contra unas estructuras de fierro y cae al piso.

 ¡Oh no! Un  charco de sangre le rodea la cabeza, la muevo para que se levante.

 —¡Oh no, no te puedes morir! —Le grito—. No, perdón no quise decirte todo eso, ¡no! Por favor despierta, no te mueras. ¡Por Dios, sabes que a pesar de todo te quiero...! —¿Pero qué estoy diciendo, realmente la quería? Yo misma no lo sabía—. Pero no, no te mueras, no...

DURA REALIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora