Única parte

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"—Estamos locos por la organización, haríamos incluso el mal por preservarla, ¿no es verdad?... pero, ¿caeríamos?

—Sí, pero juntos.".


Palabras aparentemente vacías, pérdidas en la eternidad desde antes que el tiempo empezara a contarse, un par de ángeles tomados de la mano contemplando desde una nube compartida, tienen el cabello largo, uno es azabache y lacio, otro es castaño y ondulado, ojos celestes y purpuras se observan con gran brillantez segundos después. Habían mantenido su romance en secreto de las legiones, se apreciaban más allá del físico, fueron sus mentes que conectaron apenas se conocieron, la diferencia de alturas, la perfección del encaje entre sus manos.


"—Es una promesa.".


Más arriba, la furia de la rebelión provocó ceguera, expulsando a ángeles más allá de los alzados, Gabriel lastimado por un arma angelical no pudo hacer nada para jalar a Beelzebub. Gritos, llantos, llamas, las almas de los caídos se desvanecieron, los más débiles perdieron sus alas, los demás las cambiaron de color a voluntad y pocos las dejaron blancas o grisáceas.


La promesa se convirtió en un sentimiento mudo, pero no muerto.


Más de seis mil años pasaron, rápidos para quienes estuvieron ocupados dando órdenes, sintiendo algo especial por cada que dictaban una nueva, una sensación de armonía, creyendo entonces que debía ser un simple gusto.


El Armaggedon...¿cancelado?, imposible.


¡¿Pero qué iban a decirle a sus tropas ahora!?


Ambos supervisores tomaron la drástica decisión de hacer presencia en la tierra para ver qué tanto había salido mal, la guerra debía existir para demostrar con la destrucción de la vida, el ganador imponente y fuerte ante los cielos e infiernos.


Emergiendo del suelo y transportándose con un milagro, los amantes separados pudieron verse una vez más, admirándose inconscientemente, la puntualidad y exactitud casi les hizo recordar.


Oh sí, el castigo de su separación fue sólo una parte de la miseria, cuando la rebelión aconteció, después de los gritos y que los caídos llegaran al fondo del infierno, todo arriba se volvió blanco, quienes tuvieran sentimientos fuertes a los que se marcharon, lo olvidaron todo, el creador temía otra batalla de ese tipo en su contra, sólo Aziraphale pudo conservar todo, gracias a que no estaba seguro y que fue degradado, con la tarea además de rondar la Tierra.


—Gabriel.

—Beelzebub.


Y el sentimiento volvió a latir, la esperanza nunca muere, en medio de otra devastación, celeste y purpura coincidieron. 


Posterior al gran fracaso y dudas del plan inefable, el conocido Gran Arcángel Gabriel, por su frialdad, arrogancia, soberbia y autoridad... estaba cargando libros para el Príncipe de los infiernos, siendo que perfectamente podía cargar esa cantidad, hasta el triple. Desde el día fallido del fin del mundo, ambos organizadores del bien y el mal, se encuentran secretamente en las salas de registros a verificar cosas, por supuesto es un pretexto, en la agenda no viene escrito tomarse de las manos cuando se gritan y ahuyentan a los demás.


El pasado no podrá volver, el amor prohibido es inmortal, detrás de la caída, en contra de las reglas, siempre podrán organizarse con las máscaras de odio para protegerse bien ésta vez y muchas veces más... al menos hasta que lo evidente sea expuesto, pero ese día, no habrá más negación.



—Eres un maldito odioso engreído bueno para nada, estos no son los registros que he encargado, tu falta de concentración me ha hecho perder dos minutos valiosos. —Gabriel sonrió, el demonio lo jaloneó, se besaron.


Fin.


Detrás de la caída. Drabble.Where stories live. Discover now