Ella era lectora, todos los días iba a la Universidad con la cabeza metida en un libro diferente. A veces, sin querer, la encontraban llorando en el andén esperando al tren, o riendo embobada mientras pasaba de hoja. Ella era lectora, y estaba enamorada de las palabras. Pero quería un amor propio, uno para escribir. Ella era lectora, y no se daba cuenta que, si bajaba el libro, del otro lado había un chico que la observaba cada día con ternura, y sostenía el libro que ella había leído el día anterior.
-Anónimo