hasta que las estrellas caigan del cielo | aristemo

dos.

Tokio, Japón

2 años, 4 meses en presidencia

Temo aterriza en Tokio a las nueve y media de la tarde, justo cuando van a ser las siete de la mañana México. Para cuando se instaló en su habitación de hotel y se dio una ducha, es casi medianoche y Temo ya tiene un caso terrible de jetlag. Las luces de la ciudad siguen siendo brillantes y, si entrecierra los ojos, puede ver el tenue resplandor azul de la torre Skytree. Había leído en alguna parte que la torre se alterna todos los días de azul celeste a púrpura real, el azul como símbolo del Japón moderno y el púrpura como recordatorio de la herencia japonesa de siglos de antigüedad. Algo sobre el día de hoy y los días de mañana y de ayer está conectado, todo lo cual da una idea del futuro de la nación.

Es reconfortante, tanto la idea de la abrumadora estructura como el suave y vibrante color, haciendo que los ojos de Temo se caigan y los músculos se aflojen, el cuerpo se hunda en el colchón. Las ventanas de vidrio del techo alto le facilitan a Temo contar los edificios iluminados de Tokio como si fueran ovejas y él todavía estuviera en la primaria con miedo a la oscuridad. Afortunadamente, esta vez no tiene balcón, por lo que el Servicio Secreto no está de pie en la oscuridad de la habitación. Temo piensa que está acostumbrado a la falta de privacidad que conlleva el trabajo, pero no es hasta que realmente tiene privacidad que se da cuenta de lo mucho que se está perdiendo.

Ni siquiera tiene su propio teléfono, es la cosa. Tuvo que dejar eso la semana después de su inauguración. "Si hay algo que necesite, podemos obtenerlo por usted," es lo que Mirna y Elsa le habían dicho. Ya sea una llamada de conferencia con el Consejo de Seguridad de la ONU o una grabación en video de Luna haciendo malabares con el programa de talentos de su escuela, siempre hay alguien allí que le proporcionará lo que necesita.

Todavía hace que Temo se sienta un poco incómodo después del hecho. Creció casi sin nada, donde ni siquiera podía comprar zapatos nuevos para la escuela hasta que su Papancho encontró a su abuela y se mudaron a los suburbios. A una "casa de gente rica y extraña," como Pepe se había referido a ella. Y de repente, Temo era un estudiante de segundo año en alguna escuela privada con un código de vestimenta y todo y dos años más tarde, se estaba inscribiendo en una de las mejores escuelas de Toluca. Piensa que nunca encajo realmente con los niños ricos de los suburbios de Toluca, excepto por Diego, pero al menos pudo hacer un espectáculo para ellos todos esos años.

Y por ridículo que parezca, Temo sabe que sigue siendo el actor. Él es dinero nuevo y Diego y Mateo son dinero viejo y Ari básicamente no es dinero, pero de alguna manera se las han arreglado para llegar a Los Pinos. De cualquier manera, no dinero ni dinero nuevo ni dinero viejo, a Temo no le gusta especialmente que la gente atienda todos sus caprichos, a pesar de que es muy consciente de que es su trabajo y que se les paga para hacerlo. "Servir a gusto del Presidente".

Se acostumbrará, eventualmente, probablemente. Tal vez para cuando esté fuera de Los Pinos con el servicio de seguridad permanente hasta su lecho de muerte, ya no le molestará más. Para entonces, probablemente vuelva a tener su propio teléfono, piensa. Y eso será agradable. Mensajes de texto privados y llamadas telefónicas íntimas.

Justo cuando Temo cierra los ojos por primera vez en horas, se va a la deriva con pensamientos sobre las casas cerca del agua y no más conferencias de prensa, hay un golpe en la puerta.

"Señor Presidente."

Gimiendo, Temo entierra su cara en la suave tela. Él sabe que va a levantarse de la cama y responder a Mirna, pero solo durante los próximos diez segundos quiere fingir que no tiene que hacerlo.

"¿Sí, Mirna?" Temo pregunta cuándo finalmente se levantó y abrió la puerta.

"Dijo que le informara si el señor López había llamado".