Quidditch

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Danielle sale del vestuario de uno de los jugadores de quidditch, mejor reconocido como Viktor Krum, para ir al encuentro de su familia, pero su tarea se ve interrumpida cuando choca con un rubio que iba burlándose de lo que ella escuchó como «comadrejas».

—Fíjate imbécil— reclama él haciendo que ella arqueara una de sus cejas.

—Aparta tu trasero de mi camino y mientras lo haces será mejor que pidas perdón.

El chico levanta la vista y se sorprende al ver a la compañera de juego de Viktor Krum. Ciertamente, el primer pensamiento que cruzó por su mente era que ella estaba más hermosa— en todos los sentidos— en persona que en foto.

—¡Tú eres la que juega quidditch! —dice emocionado— ¡Danielle Moon!

Ella rueda sus ojos ante el drástico cambio de tono del chico.

—Si, si.

Ella sigue su camino y ve a su padre y medios hermanos hablando excitados con él que ella reconoció como el-niño-que-voldemort-dejó-vivir.

Camina hasta ellos y el que la reconoció primero fue un pelirrojo muy pecoso.

—¡Danielle Moon!— gritó eufórico y Danielle le miró.

—¿Danielle Moon? ¿Quién es? —preguntó uno castaño y con gafas y el padre de la nombrada, Alec, se indignó inmediatamente.

—¡Es la única chica en el equipo de los búlgaros! —explica aún más eufórico—¡LA ÚNICA QUE HA LOGRADO ENTRAR CON TAN POCA EDAD!

Los hermanos hacen una mueca ante el último grito del chico y después se siente avergonzado.

—Claro—dijo Danielle —. Estamos a nada de empezar, tengo que irme ya.

—¡Suerte!—le gritaron los chicos pelirrojos y ella les dio un asentimiento con la cabeza.

Mientras caminaba hacia su equipo, Danielle repasaba mentalmente el plan de juego que los llevaría a la gloria.

—Y ahora, damas y caballeros, ¡demos una calurosa bienvenida a la

selección nacional de quidditch de Bulgaria! Con ustedes... ¡Dimitrov!

—Sigan la jugada—dijo el capitán del equipo cuando fue su turno de salir.

Dimitrov salió al gran campo en el que llevaríamos a cabo el partido con rostro intimidan te e hizo unas piruetas en el aire, demostrando sus habilidades.

— ¡Ivanova!—gritaron nuevamente— ¡Zograf! ¡Levskil! ¡Vulchanov! ¡Volkov!  Y ahora los más jóvenes del equipo: ¡Krum y Moon!

—¡Es él, es él! —gritó Ron, siguiendo a Krum con los omniculares.

Harry se apresuró a enfocar los suyos y para primera vista tuvo a Danielle hablando con el que supuso era Krum. Ambos hablaban con expresiones serias en sus caras.

Harry pensó que ese chico debía tener más de dieciocho años y aún trataba de adivinar la edad de Danielle Moon.

—¡Y recibamos ahora con un cordial saludo a la selección nacional de quidditch de Irlanda! —bramo Bagman— Les presento a... ¡Connolly! iRyan!

¡Troy! ¡Mullet! ¡Moran! ¡Quigley! Y ¡Lynch!

Los siete jugadores del equipo contrario salieron con sus trajes verdes.

—Y ya por fin, llegado desde Egipto, nuestro árbitro, el aclamado

Presimago de la Asociación Internacional de Quidditch: ¡Hasan Mustafa!

Entonces, caminando a zancadas, entró en el campo de juego un mago

vestido con una túnica dorada que hacia juego con el estadio.

Era delgado, pequeño y totalmente calvo, salvo por el bigote. No tiene nada que envidiar al de tío Vemon, pensó Harry.

Bajo un brazo llevaba una caja de madera, y bajo el otro, su escoba voladora. Harry volvió a poner en velocidad normal sus omniculares y observó atentamente a los movimientos de Mustafa mientras este montaba en la escoba y abría la caja con un golpe de pierna; cuatro bolas quedaron libres en ese momento: la quaffle; las dos bludgers, y la snitch que Harry solo logró ver por un segundo antes de que se perdiera por todo el campo.

—¡Comienza el partido!—gritó Bagman—. Todos despegan en sus escobas y ¡Mullet tiene la quaffle! ¡Troy le lanza la bludger a Moon y ella la devuelve con fuerza! ¡La quaffle la tiene Moran! ¡Dimitrov! ¡Mullet! ¡Una bludger golpea a Troy! ¡Levski lanza la quaffle pero es detenida por Connolly! ¡MOON hace un excelente golpe hacia su contrincante pero logra estabilizarse!

Aquello era quidditch que Harry no había visto nunca. Se apretaba tanto los omniculares contra los cristales de las gafas que se hacía daño con el puente. La velocidad de los jugadores era increible: los cazadores se arrojaban la quaffle unos a otros tan rápidamente que Bagman apenas tenía tiempo de decir los nombres.

Harry volvió a poner la ruedecilla en posición de lento, apretó el botón de jugada a jugada que había en la parte de arriba disfrutando de los elegantes pero peligrosos movimientos de Danielle.

Al final, el partió acabó y tanto Danielle como Viktor estaban furiosos, pues a pesar de que Viktor cogió la Snitch, Irlanda había ganado por tantos.

—¡Jugaron bien, muchachos!—les decía Alec.

—De eso no cabe duda—dijo Viktor—. Pero al parecerr otros no pueden seguir la jugada como se les indica.

El equipo estaba furioso y comenzaron a discutir entre ellos.

—¡YA BASTA!—gritó Danielle y todos le prestaron atención, viendo en sus palmas las marcas que la delataban.

—Hey, estuvo bien ¿no?—comentó Sabrina, llegando a dónde se encontraban todos.

Todos se giraron a verla con cara de «¿Estás jodiendome?» y ella alzó ambas manos a la altura de su cabeza.

—Lo que sea. Los Higgs están haciendo una fogata, y esperan que tú, como buena prometida que eres, asistas—dijo Tristan, viendo a su hermana con malicia.

—Todo lo que mi prometido desee—respondió Danielle, poniendo los ojos en blanco.

—Creí que sería más difícil—dijo Sabrina.

—No hemos terminado—murmuró Tristan.

—Los Higss celebran la victoria de Irlanda, no iré—dijo Danielle—. Si me invitan lo menos que podrían hacer es fingir que no cantan por el equipo contrario.

—Los Higgs le van al equipo ganador—dijo Tristan, con desinterés.

—No puede ser—dijo Danielle—. ¡¿Apostaste por Irlanda?!

—Pues si—admitió—. Ya sabía que tu guardián no era bueno.

El guardián, que estaba a unos metros, escuchó lo que dijo y se acercó.

—Repite lo que dijiste—dijo, amenazador.

—Y tú piensa mejor lo que quieres hacer—contestó Tristan, mientras se apoyaba en la pared.

—Quién suelte el primer golpe, que sea rápido—apresuró Sabrina—. Los Higgs tienen chocolate caliente, y conociendo al cerdo de Terence, seguro que se lo acaba todo.

—Dejen de jugar—ordenó Alec—. Vayan a la fogata, y los veré más tarde.

Tristan le dio una sonrisa de autosuficiencia al guardián y se paró junto con la pelirroja.

—En seguida voy—dijo Danielle—. Tengo que hablar con él.

Y se fue siguiendo a su padre

BRIEFBETTER

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