『Prólogo』

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Una noche de agosto de 1987


La fría brisa de la noche se coló entre los ropajes del joven mago que cruzaba el estrecho pasaje que conducía al callejón Knockturn. Era un hombre de rostro cuadrado, pómulos marcados, frente amplia e inexpresivos ojos azules. Su lacio y brillante cabello rubio ondeaba en el aire en dirección contraria a sus pasos.

Sujetaba la larga y antigua varita que una vez perteneció a su padre escondida en el interior de su túnica de viaje, con una de sus largas y delicadas manos.

Ésta la había obtenido al morir él. Sorprendentemente, no le funcionaba del todo bien, ya que no había participado en un duelo. No obstante sí que le obedecía la mayoría de las veces, lo que supuso que sería por herencia. Necesitaba agenciarse una nueva varita pronto.

Toda precaución era poca en estos tiempos, y más en el oscuro y tenebroso callejón Knockturn, un lugar del que decían que era hogar de ventas e intercambios de los objetos más tenebrosos de los que se puedan oír hablar. Tras la derrota del Señor Oscuro había empezado una persecución tras todos los magos que lo habían apoyado, los mortífagos. Cualquier mago que se encontrara en territorio tenebroso era sospechoso, por lo que el joven mago debía tener cuidado.

Pasó frente a una serie de edificios idénticos, de fachada que anteriormente debía de haber sido blanca, pero que ahora era de un tono gris sucio; tejados oscuros y estrechas ventanas por las que no se podía apreciar el interior de los edificios.

Todo era de aspecto industrial, sin nada destacable: líneas rectas, paredes de piedra, callejuelas y recovecos, pocas ventanas...

Entrecerró los ojos hasta que divisó casi al fondo del callejón aquel letrero lleno de polvo en el que podía leerse, no fácilmente: «Borgin y Burkes, establecido en 1863». Aparentemente parecía un establecimiento inofensivo, aunque sí lúgubre y poco atrayente.

En el callejón no había mucha gente, solo unas pocas personas escondidas en las sombras aquí y allá, unas miraban al mago con aspecto amenazante cuando pasaba frente a ellas, otras simplemente pasaban de largo, ignorando su sofisticada indumentaria y su elegante porte.

Iba andando hacia el local, pero se detuvo a medio camino debido a la corpulenta bruja con aspecto de ogro que le obstruía el paso. Era baja, de rostro redondo y nariz rechoncha. Solo unos pocos cabellos grises podían apreciarse en su calva, semioculta por un sombrero de bruja en pico. La bruja se acercó al mago, curvando las comisuras de sus labios en una maliciosa sonrisa, solo unos pocos dientes la formaban, y la mayoría de estos estaban negros y podridos.

―¿Qué hace un joven mago como usted en este renombrado callejón? ―en el mismo instante en que la bruja abrió la boca pensó que había cometido un error al haberse parado a ver qué quería. El aliento le apestaba―. ¿Y qué será lo que busca? Ya no es seguro pasearse por lugares como este, querido ―prosiguió con voz chillona y persuasiva―. Tal vez debería mostrarle otro camino un poco más allá...

―Mi tiempo es demasiado valioso como para perderlo con una asquerosa bruja como usted ―cortó el mago―, hágame paso.

La bruja pareció haber pasado por alto el insulto y siguió imperturbable en medio del pasadizo. Sus espesas cejas estaban arqueadas, y formaban parte de un gesto de incredulidad fingido.

―Oh, pero así no es como se piden las cosas, querido. Está esa palabra mágica...

―Abra paso, ya ―amenazó el mago, varita erguida apuntando sobre la garganta de la bruja.

Una sombra de miedo cruzó el rostro de la bruja, que se apartó enseguida de en medio; una expresión que pronto fue sustituida por otra de compresión.

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⏰ Última actualización: Feb 09, 2016 ⏰

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