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Hay unos labios cálidos, suaves, quizás un poco más resecos de lo normal, que se presionan por su rostro a primera hora de la mañana

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Hay unos labios cálidos, suaves, quizás un poco más resecos de lo normal, que se presionan por su rostro a primera hora de la mañana. Le besa los párpados cerrados, la punta de la nariz, ambas mejillas, los labios una y otra, y otra vez. Le trazan la línea de la mandíbula, y cuando están por descender hacia su cuello, Draco se remueve y hace un sonido extraño, y lo siguiente que sabe es que unos dedos fríos se le enredan en el cabello, lo hace levantar la cabeza, y esos labios que han buscado, pedido, anhelado, se encuentran unos con los que puede compartir el mismo deseo y afán.

Harry emite un vago ruido de satisfacción. Se pega a su novio tanto como puede; labios que encajan a la perfección, brazos que lo envuelven, manos cuidadosas que se cuelan por debajo de la franela del pijama y buscan piel que acariciar, que adorar con el tacto, piernas que se entrelazan por debajo de las mantas. No existe ni un centímetro entre ellos, y piensa, en medio de esa nube algodonada en que sus besos lo hacen flotar, que así debería ser cada día de su vida, y no sólo los fines de semana.

—Malfoy —El tono de Zabini, desde alguna parte fuera del dosel, tiene cierto deje de burla que ambos captan enseguida. Draco lleva el índice a sus labios y pide silencio, sin palabras, y Harry ahoga la risa—. Sé que estás ahí, Malfoy. ¿Otra vez colaste a ese Puff a las mazmorras?

Harry se muerde el labio. Su novio, frente a él, niega para hacerle saber que no diga una palabra. Casi puede leer la premisa en sus ojos, a través de la escasa luz.

Si no contestas, se irá.

Pasos se mueven por el cuarto, dos voces conversan en voz baja, a lo lejos. Para distraerse, se dedica a repartir besos en la mano de su pareja, que intentó mantenerlo en silencio. Draco rueda los ojos, pero las comisuras de sus labios se alzan en los bordes, de esa manera que nadie que no lo detallase desde hace años podría notar, y lo estrecha un poco más contra sí, dedos cuidadosos trazándole caricias circulares en la cadera; Harry no necesita más en el mundo.

—¿Malfoy?

Ninguno contesta. Él contiene la risa, Draco arruga la nariz y hace una expresión concentrada, como si intentase descifrar por dónde están sus compañeros, en base a cómo suenan los pasos.

—...debió dormirse cuando llegó —Nott contesta al otro chico—, escuché unos ruidos en la madrugada. A lo mejor no metió al Puff, sólo se volvió a escapar con él y llegó tarde.

Alguien se acerca a la cama, se detiene. El dosel permanece quieto; es una barrera que mantiene a ambos lejos del resto. Draco lo sigue abrazando, él espera.

Nada pasa.

—...sí, supongo. Que se pierda el desayuno, será cosa suya.

Y después de un poco de traqueteo y una charla a la que no le encuentra sentido, se marchan. La puerta apenas emite sonido alguno cuando se cierra detrás de ellos.

Para ganarse el afectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora