Prologo

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—Aún no puedo creer cómo es que tú siempre logras meterte en cada cosa que hago y salirte con la tuya.

—Primero; no logro meterme en cada cosa qué haces, ya me gustaría estar junto a ti cada vez que te masturbas o cuando te pasas jabón por ahí abajo y segundo; si me salgo con la mía es porque tú me dejas, ¿o me equivoco?

El albino disfrutaba de las reacciones de su compañero azabache, pero esta vez estaba siendo algo sincero.

—¿¡Me estás jodiendo!?, ¡Primero que nada, NO HACÍA FALTA HACER COMENTARIOS SOBRE MI INTIMIDAD BASTARDO!

Medio vagón de tren se voltearon a ver de manera desaprobadora al vicecomandante y muchos le gritaron que cerrase la boca.

—Tch... mira la vergüenza que me haces pasar imbécil...— se volteó de nuevo en dirección del albino, apuntándolo con su dedo índice — Y segundo, nunca te pedí venir conmigo, mis planes eran venir con Kondo-san para que pueda relajarse, un fin de semana como colegas, y tú lo arruinaste al tocar mis cosas.

Eso le molestó al líder Yorozuya, sabía que el comandante del Shinsengumi no era ninguna amenaza, pero escucharlo decir esas cosas hería su ego.

—¿Oh~?, ¿Realmente lo dices en serio?, yo creo que terminarías aburrido en seguida, después de todo...— Se acerca a su oído y desliza su mano por la pierna del azabache. — Eres alguien muy travieso Oogushi-kun. —dijo en un tono de susurro seductor.

Con tan solo hacer ese gesto y decir esas palabras, hicieron que a Hijikata le recorriese una descarga eléctrica desde la punta de los pies hasta la cabeza. Odiaba que el hombre quien tenía al lado pudiese provocar tales reacciones en su cuerpo y se maldecía así mismo por disfrutarlas.

—Compórtate. Última advertencia. — Soltó la mano que se posaba sobre su muslo con fuerza y fulminó con la mirada al ojos carmesí.

—Esta bien~, no hace falta que te pongas así, ¡Hnmp!— se cruzó de brazos y fingió sentirse ofendido.

El resto del viaje en tren pasó sin mayores contratiempos. Se bajaron en la estación junto el poco equipaje que llevaban, iban a ser sólo dos días después de todo. Tomaron otro transporte que los llevaría a destino, tampoco era fácil llegar a un Onsen cual se encontraba en las montañas. Luego de un viaje algo turbulento de media hora, se encontraban en la entrada del lugar, se veía de primera categoría, grande y más cliché imposible. Cuando entraron les dieron la bienvenida dos recepcionistas (muy amables, por cierto) que confirmaron la vigencia de los cupones y su descuento del cincuenta por ciento, y luego llevarlos hacia su habitación compartida.

—Esto es fantástico, estadía a mitad de precio y con servicios de primera.

Gintoki tiró su mochila en un rincón de la habitación, comenzó a quitarse la ropa pesada y tomó uno de los yukatas doblados dentro del ropero.

—Actúas como si nunca hubieses estado en un Onsen. — interrogó el vicecomandante.

—Eh... bu-bueno, eso no era un Onsen de verdad, de hecho era un lugar de pesadilla. — negó varias veces con la cabeza— Oi, ¿me sienta bien? Pues claro que sí, no hace falta que respondas lo obvio —señaló al yukata blanco con rayas cían, en un intento por cambiar de tema.

—Oi, no dejes toda tu ropa desparramada por el piso. — buscó por su encendedor y cigarrillos.

—Tsk, tsk, tsk. ¿Qué crees qué haces Hijikata-kun?, ¿No viste el cartel que prohibía fumar dentro del establecimiento? Que mal ejemplo eres, un oficial del gobierno desobedeciendo leyes básicas de convivencia. — soltó en tono sarcástico.

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