24 de diciembre, 2014
La ventanilla ha empezado a empaparse por pequeños copos de nieve, chocan contra el vidrio y ya cómo gotitas de agua se deslizan, siguiendo un baile acompañado por la música del cielo grisáceo y de la radio del coche, que mi padre ha acabado por volver a poner después de ver que todos sus intentos por mantener una conversación conmigo fracasaban.
Juego con mis pulseras, és como un tic, para mí es inevitable hacerlo cuando estoy nerviosa. Si estuviese mi madre delante intentaría detenerlo como fuese, me lee mejor que nadie, se las sabe todas: cuando estoy estrésada, triste, enfadada, es imposible ocultar emociones cuando estoy junto a ella, sin embargo tan solo estamos mi padre y yo en el coche, vaya, creo que si sigo estirando de esta forma las cuencas de mi pulsera acabaré por romperla en pedazos.
Una extraña sensación recorre mi espalda haciendo ademán en mi nuca, nunca la había sentido, pero me resulta tan familiar.... Siento como si hubiese estado esperando este momento durante toda mi vida, sin embargo tan solo són ilusiones, es imposible pensar en que quisiera estar en ese coche estrecho, impregnado en la fragancia del tabaco y esencia de vainilla, sí, prácticamente imposible.
El tiempo pierde el sentido, no sé cuánto hace que llevo sentada allí mirando los copos de nieve caer mientras las canciones de Dookie se repiten, una tras otra, sin seguir ningún patrón. He dejado de preguntarme qué hago allí, he comprendido que no necesito respuestas; buscarle una respuesta a todo és el error más común que cometemos los humanos, ya que no todo tiene respuesta, o bueno, tal vez sí pero definitivamente hay respuestas con las que és mejor no enfrentarnos.
Miro a mi padre, procurando no hacer contacto visual con él, conduce con cuidado, pero eso no quita que sea un desastre haciéndolo, de hecho, ¿Hay algo en lo que no lo sea? Tararea el ritmo de las canciones equivocandose en algunas partes, quien iba a decir hace unos años que acabaría así, él podría haber seguido con una vida estable, tenía una familia y una mujer que lo amaba. ¿Qué te queda ahora papa, qué te impulsó de una manera tan hipnotizante cómo para dejarlo todo atrás?
Antes de que pueda hacer nada para impedirlo, se fija en mi mirada, la desvío lo más rápido posible. Tarde.
—Ya casi estamos, déjame unos minutos.... Sí, falta poco.— Me sonríe, y siento que és la sonrisa más falsa que jamás nadie me ha dedicado, para que engañarnos, la falsedad esta presente en todo el ambiente. Me fijo en la trayectoria que está tomando mi padre y, antes de que pueda darme cuenta, se ha desviado con una curva brusca y estamos atravesando un estrecho camino de piedras. Me quedo estupefacta, y las ganas de preguntarle por qué nos estamos metiendo en tal sitio me invaden, pero mantengo mis labios pegados, eso és lo que debo de hacer: No abrir la boca.
Empiezo a ver el fondo del camino, hay un portal; negro y grande, con pequeños detalles forrados en... ¿Oro?
Mi padre hace un gesto de resignación y maldice en voz baja—La barrera, le dije que no cerráse la puta barrera....— Al recordar que estoy sentada en los asientos de atrás se su coche, recupera la compostura y me mira por el retrovisor, fingiendo otra sonrisa— Bueno, aquí estamos, si me permites, tengo que bajar un momento.
Todo pasa rápido: Veo como baja del coche y me quedo sola, en un silencio abrumador, la música se ha ido con él, todo se ha ido con él, se dirige al portal y saca del bolsillo de su chál un pequeño teléfono móvil con el cual dudo que pueda hacer algo más que llamadas telefónicas. Marca con su dedo anular un número y se pone el dispositivo en la oreja, poco después empieza una conversación, bastante subida de tono. No llego a oír que dice, tan solo como geticula con rabia y alza su tono de voz en según que momentos. Vuelvo mi vista a mis zapatos, es tarde para salir corriendo del coche, huír y abrazar a mi madre como si volviese a tener séis años y los truenos de una tormenta eléctrica invadieran la zona, sí. Era tarde para eso, esta vez debía de enfrentarme sola a mi pequeña tormenta interior.

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El canto de Gerald
RomanceTras años sin dirigirle la palabra, Kat quiere evitar relación alguna con su padre después de abandonarlas a ella y a su madre por dedicar su vida a un estúpido proyecto. Pero una llamada pone su vida patas arriba; La noticia del fallecimiento de su...