Luego del puente

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Aceleró, buscando dejar atrás el Puente.

Las sombras de los grandes árboles le daban frescor al bosque aunque el sol brillara tan alto y enfurecido como cualquier día del húmedo verano. Hacía menos de dos horas que la lluvia se disipó espantada por el sol, pero esto no hizo que en el bosque el barro se secara lo suficiente para que la motocicleta no se tambalee. Los pozos que evadía por poco lo hacían caer de bruces a la tierra mojada.

Seokjin estaba asustado hasta la médula, con el cuerpo tenso y la mandíbula apretada. Un latido constante en la sien, un punzante dolor tras el ojo izquierdo y cada parpadeo como una cuchillada en la córnea. Sediento, la boca seca y la vista borrosa, pero incapaz de detenerse.

No estaba del todo repuesto del paseo en el Puente como para notar lo artístico del camino del bosque en el que se encontraba. No podía ni voltear la vista a su derecha porque sabía que ver la sombra —la figura escondida por los árboles de ese Rolls-Royce negro— lo espantaría. Aunque tal vez estaba mal decir que el coche lúgubre se escondía cuando era al revés. Era él el asustadizo y escurridizo cobarde.

Sintió deslizar una lágrima por su mejilla y sabía que esta contrastaría con la lividez de su rostro. Sin embargo, no era llanto: era el pago por cruzar el Puente. Un efecto colateral de un poder que iba más allá, que pocos podían entender y los que sí, ni se imaginaban cuán peligroso y adictivo resultaba.

Imaginar... un término preciso.

Seokjin maniobró por entre las ramas que caían pesadas y le daban latigazos al pasar tan velozmente por medio de ellas. No podía frenar ni buscar otra salida, sabía que la única ventaja que tenía era que este camino estaba protegido por una influencia superior de la que muchos se aprovechaban. Algunos para el bien y otros para el mal.

Sin estar seguro de a cuál de los dos bandos pertenece él, sortea el camino, dejando que las huellas de las ruedas se pierdan en el barro. Ceder a cuestiones tales ahora mismo no es sino una trampa de la mente. Un engaño. Como lo son la artificial e insoportable melodía infantil, las voces de niños risueños que entonan coros navideños. Sonríe contra su voluntad, sus ojos buscando cerrarse para recordar la última navidad que pasó con sus padres y en la que fue verdaderamente feliz.

Era aquel día en particular que su memoria trae a colación porque fue la vez que consiguió su primer cuchillo. Bajo el árbol de navidad que él junto a sus abuelos había decorado se hallaba aguardando a que despierte, en un envoltorio de Pokémon, una bicicleta.

¡Una bicicleta sin rueditas de apoyo!

De color rojo, oscura, casi como la lágrima que le desliza por la mejilla izquierda, la bicicleta parecía pintada con vino. Y tal vez era irónico que al montar en ella Seokjin pensara en vino y evocara el aroma desagradable del aliento de su padre al desearle buenas noches. O de la copa que su madre bebía junto a él en el desayuno antes de ir a la escuela.

Este rojo, casi negro, opaco, lo distraía cuando de niño pedaleaba frenético hasta el bosque —este mismo donde se encuentra en la actualidad— y recitaba los diálogos de su cómic favorito. Imaginaba que estaba en esas historias viviendo una aventura heróica y no escapando de las peleas, los gritos y, lo que supo mucho después, los golpes que se daban cotidianamente en su hogar.

Buscaba ansioso un escape, el que fuera, cansarse tanto que agotado al volver a casa pudiese saltarse la cena y dormir para, al día siguiente, dependiendo los ánimos, saber si debía esconderse de nueva cuenta en el bosque o no.

Fue un día como este, rememoró Seokjin, de lluvias cortas y sol irritante, que descubrió el Puente del Atajo o, como le gusta llamarlo a él: Puente de la Infelicidad. Y pasaron dos días desde que lo halló hasta que se atrevió a cruzarlo. Desafiando los avisos y letreros, más las evidencias del deterioro, de que el puente estaba corroído y podrido, casi por caerse. Se enfrentó al terror de atravesarlo porque, ciertamente, le daba igual. Mejor caer del puente viejo que...

El Puente De La (In)felicidad [Jinmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora