+9

665 86 28
                                    

El sentimiento es como el de una montaña rusa.
Él no está en control, y a lo único a lo que puede aferrarse (a parte de a su vida) es una pieza de metal y una pequeña pieza de tela negra que nunca parece lo suficiente para sostener su cuerpo. Aún así Dipper no era desilusional. Él amaba confiar en que era lógico y racional, por eso sabía que una montaña rusa era relativamente segura. Evidentemente, ninguna compañía querría lidiar con las constantes muertes de sus clientes, por lo tanto todo esta perfectamente planificado: Tus ojos no se van a salir por la velocidad, y si bien tienes la sensación de que tu estomago se rebela en contra de tu cuerpo, sabes perfectamente que las chances de morir son muy bajas, y al finalmente bajarte, puedes sentarte, tomar agua y hablar de lo emocionante que fue.

Dipper nunca fue un gran amante de las montañas rusas.

Así que no era imposible pensar que Dipper no se encontraba exactamente emocionado bajo el prospecto de una montaña rusa con carritos superando la velocidad ideal, sin las confiables barras de metal y su falso sentido de seguridad, y donde el empleado encargado de manejar la operación era un mono rubio probablemente alcoholizado si se consideraba su nivel de emoción que gritaba al auto violeta que los seguía a igual velocidad "CHÚPAME ESTA!"

Ahora la carrera casi termina, reina el caos a medida que Bill acelera aún más, o menos, es difícil saberlo. Lo que sí sabe es que van en tercera, a veces cuarta, y están cerca del primer puesto, pueden sentirlo.
Y verlo; sobre todo, ahora pueden verlo.

El auto es uno azul francia, con flamas y dados trillados a sus costados. Pero honestamente ahora no les importan las cuestionables decisiones del dueño, porque esto no era una competencia de decoración; allí lo importante era llegar a la meta antes que nadie.
Bill parecía realmente tomarse en serio esa última parte.

Ya no había mucho apoyo para ellos. Estaban solos y tenían que manejarse por sí mismos. El menor comenzaba a tranquilizarse reconociendo los murales y grafitis. Faltaba poco, muy, muy poco para llegar a destino. Calculaba tres giros rápidos más, y ¡bum! destino final. Idealmente, vivo, sin el ¡BUM! o el "Destino final"*.

Bill acelera tratando de alcanzar aquel auto azul francia. Se acerca una curva. Dipper ve algo peligroso cuando el rubio no toca la palanca de cambios, y no baja la velocidad

¡¿Qué carajo hace?! cierra los ojos y quiere gritar. la velocidad lo tira a la izquierda. Por un segundo, piensa que su vida termino cuando el auto choca por un segundo contra el cordón. El Ferrari tambalea. se agarra a algo y pega un grito. La velocidad bajó por una fracción de segundo y ahora vuelve a subir. Abre los ojos, el maldito Bill tiene una sonrisa tarada en el rostro.

Mas motivado que nunca, sube la velocidad. Dipper grita cuando el auto salta en una loma de burro. Escucha un sonido agudo, que suena a un "¡Paf!"

-¡La puta que lo parió!- Bill maldice. no hay tiempo para conversación. No escucha todo claramente ahora que los gritos son más altos y los motores rugen más fuerte, pero Dipper claramente entiende lo que pasa - ¡¡Ese hijo de puta nos pinchó una rueda!! 

Era un último giro. Una última vuelta a la meta que ya se sentía en la punta de su lengua. La rueda derecha estaba pinchada. El auto tiraba, era complicado de controlar, se notaba. Bill no paraba de maldecir y Dipper solo podía imitarle.

- ¡Cagón tramposo hijo de puta! - grita el rubió. Un poco hipócrita, pensando en que había entrado a una corrida donde la mitad de participantes eran sus amigos que corrían para él, pero dipper no puede pensar en eso ahora. La rueda sigue mal, el auto se va de sus manos. Se inclina cada vez más.

El auto azul francia detiene brevemente la velocidad, y se queda a su par. Los choca desde la derecha una vez. La calle es recta, la curva está más cerca. Cordonean, y Bill intenta mantener estabilidad.

+ Numbers + || Billdip Donde viven las historias. Descúbrelo ahora