Con los ojos llorosos y el pesar en su caminar, una joven estudiante se encontraba surcando las calles del pequeño pueblo en el que nació, tenía la intención de despejar la mente después de la seguidilla de cosas que le habían sucedido los últimos meses, debía empezar a pensar que haría de su vida, no sabia siquiera si se quedaría allí, mudarse a una ciudad más grande y cambiar de aires también era una opción, pero la joven de cabellos color chocolate tenía bastantes problemas con el cambio, prefería quedarse en secundaria lo que restase de su vida, pero lamentablemente, ella sabía que eso era imposible.Y, además de eso... estaba el, la gota que colmó el vaso, nunca entendió bien sus sentimientos, y aún así decidió confesarse, ella sabía lo que iba a pasar, el tenia novia, y ella... sentía lo mismo desde hace mucho tiempo, aún así se aventuró a decírselo, y como había imaginado, la rechazó.
No valía la pena estar pensando en eso, es más, no valía la pena estar caminando a esas horas por la calle, era peligroso. Todavía seguía en su uniforme, había ido a la casa de unos compañeros a realizar un trabajo, y por eso, no había tenido tiempo de quitarse el uniforme, el se había ofrecido a traerla, pero después de lo que pasó las cosas estaban lo suficientemente incomodas como para que rechazara su proposición.
No sabía que estaba haciendo, ella jamás habría vuelto sola a esas horas, sin mencionar que sus padres la hubiesen matado si se enteraban, pero, en este momento, ellos estaban de viaje, por lo cual decidió hacerlo de todas maneras, de todos modos era viernes y le había comentado a su hermana que quizás de quedarían a comer allí o que estarían hasta tarde, tampoco le resultaba relevante su opinión, mientras que no se de cuenta, no le haría daño ¿cierto?
Cansada de caminar sin rumbo, se dirigió a un pequeño negocio de una gasolinera, en el cual solo habían unas pocas personas, entre ellas, una mujer con un bebé, y un señor rondando los 70 años, sin contar al dependiente de la tienda, un joven alto, de casi 1,90, de tes blanca y cabello negro lacio.
No podía dejar de mirarlo, estaba callado ojeando una revista con poco interés en lo que contenía, más parecía estar esperando a que su turno terminase que cualquier otra cosa, aún así, a la joven le pareció que algo no andaba bien, había un aire extraño en ese lugar.
-este lugar me da mala espina- pensó para sus adentros, antes de intentar tranquilizarse, probablemente solo sería otra de las jugadas en contra que su mente le propiciaba. Si había algo que caracterizaba a esta chica, era que generalmente siempre tenía los sentidos alerta, jamás al punto de llegar a una paranoia, pero era algo que sus amigos siempre le recalcaban, por lo cual intentaba no darle mayor importancia.
Desde pequeña nunca fue una persona extremadamente sociable, y aunque a partir de su adolescencia comenzó a mostrar una faceta más extrovertida, solía disfrutar mas de estar en su casa, lo que podría explicar su desconfianza hacia situaciones o personas nuevas.
Aún así, en esta situación no parecía ser solamente su imaginación, la gente de allí estaba muy nerviosa, como si estuviese impaciente por encontrar lo que necesitaba para irse lo más pronto posible del lugar, tanto la madre como el hombre de tercera edad estaban inquietos revolviendo entre las estanterías, mientras que el bebé no paraba de llorar. Sin mencionar que cada cierto tiempo, el joven que atendía despegaba la mirada de la revista para verla de reojo.Ella sabía que lo mejor sería irse lo más pronto de ese lugar, pero algo en la mirada del chico le llamaba demasiado la atención, no sabía porque, pero se negaba a abandonar el lugar, sentía que su cuerpo le ardía por el simple hecho de que el dependiente fijara los ojos en ella.
Compro una soda de limón, y se sentó en una de las sillas del minibar que había allí, al pagar apenas mediaron palabra cuando el joven con una voz ronca y casi inaudible le dijo el precio.
Sentada, se dispuso a ver como gradualmente se iba vaciando el pequeño negocio, la primera en irse fue la joven con el bebé en brazos, y 5 minutos más tarde el hombre mayor se retiró con un paquete de galletas dulces.
-Dios, el corazón me late a mil- en cuanto quedaron solos la chica cayó en situacion, el joven no dejaba de mirarla, estaba lo suficientemente nerviosa como para irse en ese mismo instante, el sentimiento de que algo no estaba bien se iba intensificando gradualmente a medida que pasaban los segundos.
Se levantó de la silla en la que reposaba y se dispuso a irse, al llegar a la puerta intentó abrirla, pero sus ojos se quedaron como platos al darse cuenta de que esta estaba trabada...
Continuará...
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turno nocturno
Romanceuna joven de 17 años con el corazón roto entra en un servi compras de una gasolinera a buscar algo para beber ¿quién diría que esa insignificante decisión marcaría el inicio de una de sus más grandes y ardientes aventuras?