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Actualidad.

El tan aclamado frío de invierno se colaba hasta por la más diminuta rendija del departamento en el que vivía. Una frazada cubría con calidez la espalda y parte de su nuca, mientras un delicioso té de manzana y canela se calentaba con rapidez en la cocina.

Había aprendido a tomar cierto gusto por el silencio que en algún momento sintió como tortura. La soledad, ahora era su única compañera día a día. No recibía llamadas, cartas, mensajes y por ningún motivo, visita alguna.

Sonrió al servir al fin el té en aquella taza color salmón que tanto adoraba. Permitió que el aroma invadiera sus fosas nasales con gusto, y la sonrisa llena de placer se ensanchó aún más. Caminó al sofá decidido a encender el televisor con enormes ganas de ver los dramas románticos de la madrugada y pasar un rato lleno de emociones y lágrimas descontroladas.

Pero entonces, el teléfono sonó como no lo había hecho en meses.

Frunció el ceño y no fue hasta el segundo timbre cuando estuvo seguro de que efectivamente el teléfono del departamento estaba sonando. Suspiró con fastidio, dejó el té de manzana con canela sobre la mesa y se dirigió a contestar la llamada.

— Ashton Irwin, ¿Quién habla?

El chico rezaba porque fuera número equivocado, por ningún motivo quería que su té se hiciera sólo agua fria.

De pronto, Ashton dejó de pensar en su bebida o en sus telenovelas de la madrugada. Dejó de pensar en absolutamente todo y su mente sólo se centró en lo que la chica del otro lado del teléfono le decía.

Su rostro palideció y la mano con la que sostenía el teléfono se enfrió por completo.

Se suicidó

Aquellas palabras se repetían en su cabeza una y otra vez como los tan odiados discos rayados. Soltó el teléfono y éste cayó de entre sus dedos. El sonido del aparato golpeando contra el suelo lo hizo salir del diminuto shock en el que había entrado a causa de la impresión por la noticia y, fue ahí, cuando se derrumbó una vez más.

Recordó el sonido de su risa, ése que creía haber olvidado, y sus ojos se humedecieron. Posteriormente las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas inevitablemente, acompañado de un grito desgarrador lleno de pena, culpa y arrepentimiento.

No tenían que decírselo, Ashton conocía el porqué de su suicidio. Aquel verano tenía la culpa.

Las personas a las que solía llamar "amigos" tenían la culpa.

Incluyéndose.

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⏰ Última actualización: Jul 18, 2019 ⏰

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