"Se necesita tristeza para conocer la felicidad, ruido para apreciar el silencio y ausencia para valorar la presencia. "
—¿Por qué decidiste mudarte a Essex, entonces? —preguntó Dami, curiosa.
Estamos teniendo una conversación sobre "la vida" en la cefetería que habíamos quedado y ahora es mi turno.
Ruegos y preguntas.
No me gusta que la gente sepa demasiado sobre mi. Bueno, en realidad no quiero que la gente sepa sobre mi, y mucho menos sobre mi pasado. No es algo que me agrade mucho, así que cada vez que alguien me hace una pregunta sobre ello, intento esquivarla.
Me encogí de hombros.
—Me gusta más, sobretodo porque tengo más cerca a mi amiga Lucy —respondí.
Lucy me sonrió y yo le devolví la sonrisa.
—¿Y a tus padres les gustó la idea de separarte de ellos? —prosiguió Dami.
Pregunta error.
—¡Vaya, es hora de dar de comer a Chispas! —exclamé, mirando mi reloj de muñeca falso.
Espero que no se hayan percatado de que no llevo.
—¿Quién es Chispas? —preguntó esta vez Lexy.
—Es mi mascota. Un perro —respondí.
—¿Qué raza es?
—Pastor Alemán.
Lucy se levantó de su asiento y se dirigió hacia mi.
—Chicas, voy a acompañarla hasta la puerta —avisó.
Todas asintieron y Lucy me acompañó hasta fuera.
Sé que Lucy tiene algo que decirme, y sé de qué se trata.
—Está bien, Lucy, suéltalo —espeté.
Ella suspiró.
—¿Vas a irte simplemente porque te han hecho esta pregunta?
—Es lo lógico, ¿no crees? Ambas sabemos como seguiran las preguntas, y antes de derrumbarme de nuevo prefiero callarme con cualquier excusa —expliqué.
—Oh, vamos... ¿qué tienes? ¿siete años? No puedes seguir así, esquivando tu pasado como si alguna vez hubieras tenido alguno, Tracy —respondió, cruzando sus brazos.
Suspiré, antes de decir mi última frase.
—El pasado es algo inexistente. Vives en el presente y eso es lo único real, lo sé. Pero no quiero volver a recordar nada, Lucy, espero que me entiendas. No pienso hurgar más en esa mierda.
Mi amiga frunció el ceño y yo me giré para encaminarme de nuevo a casa.
Sé que Lucy está molesta conmigo, no es la primera vez que discutimos por esto.
Simplemente ella no lo entiende.
* * *
Dejé mi apartamento y encendí mi viejo MP3. Mientras la música sonaba en mis oídos, me dedicaba a ver a la gente de mi alrededor: hay un oficinista —bueno, en realidad no sé cuál es su profesión, pero a juzgar por su vestuario de traje de chaqueta y corbata, yo diría que lo es— que corre a toda prisa para llegar hasta un taxi, también veo a un niño de 4 ó 5 años acompañado por su madre, mientras chupetea un caramelo, a su lado, se encuentra un muchacho haciendo footing...
Suspiro.
Miro mis pies, como si fuese lo más interesante que hubiese en el mundo y, al alzar la vista, encuentro a Gregg, que pasó por mi lado a toda prisa, apenas percatándose de mi presencia.
—¡Hey, Gregg! —lo llamé.
Éste se gira y me sonrie.
Yo lo alcanzo con tres zancadas y enseguida me devuelve el saludo.
—Buenos días.
—Te encuentro algo nervioso, ¿ocurre algo? —pregunto.
Gregg suspira.
—No, nada importante —usa una falsa sonrisa—, ¿qué tal?
—Uhmm..., bien, supongo —respondo.
—¿Supones? —ríe— si tu no lo sabes, no esperes a que lo sepa yo.
Sonrío, mirando de nuevo mis pies.
—No sé cómo me siento, exactamente.
De repente, un coche para a mi lado y emite un pitido. Yo lo observo, hasta que baja el cristal y puedo saber quién es.
—¡Lo siento, Tracy! He tardado cerca de cinco minutos en recogerte. Ha habido problemas —explica.
—Problemas va a haber entre tú y yo como sigas tardando en recogerme —reí.
Gregg se rie, eso hace que llame la atención de mi amiga.
Ella lo mira con desconcierto.
—Oh —digo—. Gregg, esta es Lucy; Lucy, este es Gregg —los presento y ambos sonrien.
—Podeis ir ambos en mi coche, si no queréis llegar tarde —aconseja Lucy y obedecemos.
...
Las clases pasan lentas y aburridas, hasta que por fin llega la hora de comer.
Me encuentro con mis amigas
y me siento en mi habitual silla, para comer.
—¿Os habéis enterado de lo de Steve? —pregunta Dami, después de comer algunas papas.
—¡Sí! vuelve a Essex, ¿sabes si ya está aquí? —dice Jamie.
Dami niega con la cabeza.
—Sólo sé eso —contesta.
No tengo ni idea de quién es Steve, por lo que miro a mi comida y, acto seguido, a mi izquierda.
Y ahí lo veo: Gregg, sentado a solas en una esquina, con heridas por la cara... ¿heridas?
Me disculpo antes de abandonar mi asiento y me acerco a éste, a quien le cojo por sorpresa, al parecer.
—¿Qué te ha pasado? —pregunto, sin siquiera saludar.
—Eres la décima persona que me lo pregunta hoy —dice—, sin contar a los que sólo me han visto y luego han murmurado algo.
Hago una mueca mientras observo las magulladuras.
—Es... —prosigue—, es por una pelea, nada importante —contesta secamente.
Sospecho que no quiere contarme exáctamente qué paso, por lo que dejo el tema a un lado. Tal vez le incomode.
—Está bien —suspiro.
Quiero seguir conversando con él, pero no sé sobrr qué.
Entonces, como si de una señal se tratara, encuentro algo que me llama la atención y con lo que seguir esta conversación.
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Cada cien suspiros
RomanceAprendí que, caemos siempre en la misma piedra, porque siempre caminamos por el mismo camino. Aprendí que, nos enseñan a hablar y, màs tarde, a callar. Aprendí que, con los errores no se aprende, sino con la persistencia. Y aprendí que todo se apren...