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16 años¡

La multitud era mucho mayor ese año. La muchedumbre de colores marchaba ocupando calles y calles, dejando papeles y pintura a su paso. Más banderas y pancartas se alzaban hacia el cielo, destacando sobre la amplia extensión azul intenso del verano.

También el número de policías había aumentado, y la cantidad de disturbios hasta en las calles más grandes. Hacían más ruido que nunca, y el Gobierno no podía ignorarlos más. Los más conservadores se habían alzado, oponiéndose a ellos y tratando de silenciarlos, y aquello tan solo había causado más alboroto.

Jisung caminaba con los suyos, orgulloso de ser un grano de arena que formaba la montaña. Porque estaban consiguiendo formarla, y algún día terminarían de aceptarlos. Sabía que su madre habría estado orgullosa.

Mientras su corazón latía acelerado por la adrenalina de la acumulación, distinguió al chico que avanzaba en dirección contraria al resto, acercándose a él. El mayor llevaba una gran sonrisa en el rostro, con el pelo desordenado y algún moratón. Jisung avanzó hacia él, también sonriendo.

Minho llegó a su lado, cogiéndolo de la mano y avanzando con él. El mayor alzó el brazo libre, con el que sujetaba una bandera arrugada por la carrera, gritando para unirse al ruido de la multitud. Jisung sonrió, entrelazando sus dedos.

Lo había echado de menos.

Continuaron subiendo la calzada, cogiendo calles y carreteras mientras hablaban a gritos para poder oírse y reían. La multitud avanzó hasta subir por un puente sobre la carretera, en medio de la vía principal de la ciudad. En su borde, a metros de altura, podían divisarlo todo.

La muchedumbre ocupaba avenidas enteras, llenos de color y vida, dispuestos a defender sus derechos. Las banderas ondeaban sobre la gente y colgaban de ventanas y balcones, decorando los edificios como una explosión de arcoíris. Cientos de parejas avanzaban por las calles sin miedo de lo que pensasen de ellos, inspirando a miles de otras a hacer lo mismo y nunca avergonzarse de lo que son.

Los ojos de Jisung amenazaron con llenarse de lágrimas, recordando todos los años que había venido con su madre y la esperanza de que todo mejorase. Ahora que ella no estaba, las calles florecían como un jardín en primavera, llenas de apoyo y aceptación.

Minho tiró de la mano del pequeño, acercándolo hacia él. La bandera con la que Jisung se cubría ondeaba con la brisa de verano que corría sobre el puente en el que estaban, haciendo ondear cintas y banderas.

̶ Lo estamos logrando. ¡Lo vamos a conseguir, Sungie!

La sonrisa en el rostro del mayor estaba llena de felicidad y emoción, y consiguió sacar una risa al pequeño que hizo que las lágrimas rodasen por sus mejillas. Minho las limpió con sus pulgares, soltando sus manos de las del pequeño para después volver a deslizarlas hasta ellas, sujetando ambas.

Y allí, en el punto más alto del puente, y rodeados de colores, Minho se inclinó hacia Jisung, besándolo. Y Jisung, feliz, le devolvió el beso.

Boys¡! - MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora