One Shot.

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Podía seguir esperando.

Usui la miró revolotear entre las mesas. Los ojos de oro bañados en molestia cada vez que reparaban en su escrutinio.
Hoy llevaba el pelo en una coleta, y la falda del traje de maid unos centimetros más corta.
Era día de gafas, y Usui recordó el derrame nasal que contuvo al verla con ellas.

Misa-chan era cruel.
Pero él podía seguir esperando.

Esperaba sin problemas, porque su atención siempre volvía a él.

-Usui baka -Misaki le susurró entre dientes cuando Usui observó con intensidad sus piernas largas y esbeltas.

Estaba delgada, quizás más que antes.
Él quería alimentarla y protegerla.
Quería que le concediera la oportunidad de cuidarla, de frente, y no a sus espaldas.

Un cliente le lanzó una mirada lasciva cuando ella recogió su taza de té.
La conocida aura negra se posó en Usui cuando el aludido volteó la mirada hacia el rubio.
Los ojos del hombre se abrieron, y una gota de sudor se instaló en su cabeza, antes de que recogiera con prisa su sombrero y se largara de allí.

La kaichou observó la huida, antes de mirar confusa hacia el ojiverde.
Qué cruel era Ayuzawa.
A veces, era demasiado despistada.
Pero Usui podía seguir esperando.
Después de todo era el único a quien ella prestaba atención. El único que hacia que se sonrojara, y, por supuesto, el único que lograba sacarla de sus casillas.

Entonces, aquella tarde, a pocas horas de que la noche cayera y el Maid Café cerrara, el rostro de Ayuzawa  se tornó interesante; de ojos vidriosos y mejillas sonrosadas.
Pero no estaba mirando a Usui, sino a un cliente.
A él.
Tora Igarashi.

Usui cogió con fuerza el borde de la mesa.
¿Qué tenía que hacer el maldito niño rico en el Maid café? ¿No le había dejado en claro que ni el establecimiento ni Ayuzawa estaban disponibles?
Pero entonces, ella tenía esa cara.
Esa cara que Usui creía solo suya.

-¿Qué desea ordenar, amo? -Preguntó, luciendo incómoda y acorazada.

Tora sonrió, una sonrisa ladeada y burlona, antes de escrutarla bajo sus pestañas.
Usui sintió ganas de estrellar su cara con el puño.

-Quiero todo el menú del lugar, Misa-chan.

Eso significaba quedarse hasta que el local cerrara.
Misaki sonrió, asintió y partió deprisa a la cocina.
Usui notó su sonrojo, incluso desde su puesto alejado.
Tragó en seco.

Tora Igarashi no era un sujeto que temer.
Tenía una buena imagen, pero Usui sabía (por confirmaciones ajenas) que él era mucho mejor.
¿La kaichou sería consciente de eso? Esperaba que sí. Y si no lo era... ¿Qué tenía Tora que Usui no lograra rematar?

El borde de la mesa crujió en cuanto lo cogió de nuevo.
Ella estaba trayendole el menú sin mirarle a la cara.
¿Estaría, quizás, intimidada por la idea de Tora insistiendo en la compra del café?
De todas formas, la idea de ella intimidada por otro hombre le resultaba tan agradable como una bala en la frente.

Tora masculló algo que Usui no comprendió, y entonces, movió su mano para coger la de Misaki.
Claro, esta se detuvo a medio camino en cuanto Usui la colocó detrás de su espalda.

No más.
Usui podía esperar, pero no podía permitir que la tocaran con otras intenciones.
No podía dejar que se la arrebataran.

Tora le miró directo a los ojos, no luciendo intimidado en absoluto.

-Estaba pensando en cuánto tardarías en aparecer. Ya, Misa-chan, podrías mantener a tu noviecito a raya cuando trabajas.

Misaki parpadeó para salir del aturdimiento, y negó enfurecida.

-¡U-Usui no es mi novio!

El muchacho de cabellos verdes enarcó una ceja, entre el límite del enojo y la burla.

-¿Entonces qué demonios hace aquí?

-Ayuzawa no está disponible -Usui murmuró, calmado y con el rostro de piedra.

Misa-chan estuvo a punto de reprocharle, pero entonces sintió la mano de Usui apretar levemente la suya.
El reproche debería ser después.

Tora cogió la corbata de seda negra que había dejado sobre la mesa, y tiró un par de billetes sobre esta, incorporándose.

-No me gusta esperar -Murmuró, y a medio camino hacia la puerta, volteó hacia Misaki- Cuando arregles esto, volveré.

Usui sintió las ganas de que su puño y su cara se hicieran amigos una vez más.
No fue del todo consciente de que cogió a Misaki por la cintura, y la acercó a él, ni tampoco se percató de salida tranquila de Tora hasta que la kaichou pegó el grito.

-¡¿Qué estás haciéndo, baka Usui?! ¡¿Qué ha sido todo este lío?!

La jefa le hizo una seña desde la cocina, señalando los baños y colocando su índice en los labios.
Misaki a veces olvidaba que no debía gritarle a Usui sobre lo idiota que era frente a los clientes.
Se encaminó hacía alli, avergonzada, mientras Usui la seguía con el cabello cubriendole los ojos y las manos en los bolsillos.

-Ya has visto lo que me has hecho hacer. La jefa debe estar furiosa y los clientes incómodos e insatisfechos. ¿Cuántas veces debo decirte que...?

-No puedo esperar más.

La cortó, con la voz quebrada en enfado. Colocó una mano en la pared, justo arriba de la cabeza de Misaki, acorralandola.

-Si no soy el único, Ayuzawa, no puedo esperar más.

Y entonces sus labios estaban sobre los suyos, suaves y exigentes.
Misaki creyó que el corazón se le saldría del pecho, y, en medio de las chispas eléctricas y la nube en su cabeza, ella pensó si debería contarle a Usui que Tora solo planeaba probarle su teoría de que el rubio estaba calado por ella.

Oh, maldito sabiondo rico.
Le debía el mejor beso del mundo.

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