#1. Tu servidor: El antagonista
Los dioses tienen avatares, representaciones humanas o semi-humanas, que cumplen con sus deseos en la tierra. Los avatares ya sea Krishna, Jesús o el Hombre de Malvavisco de los Cazafantasmas, todos son literalmente la mano de un dios en el plano material.
Eso mismo será para ti el antagonista. Él será quien moleste y entorpezca los avances de tus protagonistas. Esfuérzate en perfilar un buen antagonista, dale rasgos creíbles, no caigas en el maniqueísmo simplón. Tu antagonista puede que no sea una mala persona, simplemente tiene un objetivo opuesto al de tu protagonista. Olvídate del bien y del mal, recorre los grises.
#2. La carga más grande
Tu personaje y tus lectores, han de ser consciente de la carga que soporta tu personaje: «Si pierdes esta partida de poker, mataremos a Julius, el orangután de tu madre«, es un ejemplo.
Como narrador, puede ajustar esa carga, hacerla más pesada, más ligera…depende de ti, depende de la ocasión o del ritmo narrativo. Cuanto mayor sea, mejor (recuerda el mito de Atlas). Si tu personaje falla en su misión perderá a su esposa, su familia, su trabajo, sus hijos o todos los misiles nucleares del mundo serán disparados a la vez.
En resumen: Julius es el mejor nombre para un orangután de la historia.
#3. Sobre probabilidades
Cuanto peor sean las probabilidades más engancharás a tus lectores. Somos así por naturaleza, nos gusta ver a la gente en apuros, nos gusta ver como se supera una situación complicada.
«Eres tú contra un ejercito de robots imitadores de Kiko Rivera, y tienen a tu novia«. A eso se le llama una tarea titánica, y es lo que diferenciará a tu personaje del resto de ciudadanos de su ciudad. La gloria está vencer al ejercito de robots Paquirrín.
No hay una regla que te obligue a triunfar siempre. Tu protagonista puede fallar o puede que nunca sepamos como terminará, ambas son opciones válidas.
#4. Decisiones, decisiones…
Obliga a tu personaje a tomar una decisión, haz que sus opciones sea diametralmente opuestas: tu personaje debe decidir entre el amor a su patria o el amor a su familia, o haz que decida entre ciencia y religión.Deberá decidir entre salvar la vida de Julius el orangután o darles a los niños un mundo de helados gratis. Bueno, tal vez está no…pero el tema es: ata a tu personaje a dos caballos que tiren en dirección opuesta, y haz que corran como locos.
#5. El secreto (el «buagh», el «nononononono», el «¿En serio?»)
Dale a tu personaje un secreto oscuro: un romance prohibido, algún tabú, algo que transgreda toda norma (legal, ética o moral). La revelación de ese secreto podría (y de hecho lo hará) destruir toda su vida. No tengas miedo de la basura, mójate, en este mundo los mojigatos no van al cielo.
«María, amor mío, si descubren que eres un robot, ya no podré protegerte«. El personaje luchará por proteger su secreto y tú lo harás para revelarlo…porque eres malo…y te gusta.
#6. El gruñido del tigre (frena a tu protagonista)
¿Cómo freno a mi protagonista?
Muy fácil. Cada vez que tu personaje consiga lo que quiere (una galleta, un vaso de agua, una chica, la olla de oro al final del arcoiris) le pegas un buen guantazo (lo que se dice: unaostiaentodalacara). Lanza un tigre en mitad de su camino, o haz que le corten una mano.
No caigas en la tortura fácil. Dale pequeñas alegrías en su camino al fracaso: «no he conseguido la olla de oro, pero he encontrado las huellas de los duendes. Podemos seguirlas».