III

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Robin, sudorosa, se bajó del escenario por las escaleras traseras, respirando agitadamente a la vez que intentaba abanicarse con la mano.
Acababa de finalizar su baile, pero eso no era lo que la tenía tan sumamente alterada.

Lo que pasaba era que el día en el cuál se reencontraría con Nami y los demás estaba muy cerca.... Eso, y que unos ojos no se habían despegado de ella en ningún momento.

Negando con la cabeza, entró a su habitación y comenzó a cambiarse, dispuesta para ir a darse una ducha.

Mientras el agua caía, Robin dejaba que su cabeza volase. Se negaba a recordar a ese hombre, a asociar el recuerdo con esos ojos.... Porque sabía que todo lo que se imaginase, sería mentira. Él no la había elegido a ella, al fin y al cabo.
Ahora lo que más importaba era sacar fuerzas para volver a ver a sus compañeros, y lograr que Nami diese el "Sí, quiero".

Sonrío bajo el agua caliente.

Eso sí que iba a ser difícil. Aún ni siquiera lograba creérselo. Las vueltas que daba la vida....

Mientras las luces se apagaban y los clientes aplaudían, esperando al siguiente número tras el descanso, Zoro apuraba su cerveza.
El por qué había ido allí seguía siendo una incógnita para él.
Miró su móvil; tenía 3 llamadas perdidas de Tashigi...
Suspiró cansado. Llevaba sin ser capaz de hablar con ella varios días.
Bueno, para ser sinceros, desde que habían descubierto dónde estaba Robin, se había enfriado de una forma glacial la, ya tensa de por sí, relación que mantenían él y su prometida.

Cuando todo acabó, pensó que lo más correcto era estar con ella, pero ahora ya no estaba tan seguro. No siempre lo que creemos correcto es lo que queremos... y el destino le había dado la bofetada directamente.
Él no era tonto. Sabía que Robin había notado su presencia. Seguía existiendo ese magnetismo entre ambos, y eso era muy peligroso.

Dando vueltas a la jarra entre sus manos, intentó calmarse.
Si solo con verla se ponía así, cuando estuviesen cerca, o se tocasen... prefería no imaginárselo. Su orgullo aún seguía resentido. Y sabía que lo iban a pisotear aún más.

Se tocó la herida del lóbulo, allí donde habían estado sus pendientes. Menudo apaño. Tashigi se iba a cabrear muchísimo cuando se enterase, y ya no hablemos de cuando viese que Robin estaría en la boda de Nami...
Le dolía la cabeza solamente de pensarlo. No se suponía que todo iba a ser tan complicado.

Por mucho que lo negase, lo único que quería hacer ahora era ir a ver a Robin. Era una necesidad visceral.
Había visto cómo la miraban otros hombres, hambrientos, con promesas lascivas en los ojos. Pero ella era fría como un témpano. Eso no había evitado que tuviese que apretar los puños para evitar liarse a hostias con ellos.

Pero, joder, eso no debía pasar. Se suponía que él quería a otra mujer. Una mujer con la que estaba prometido...

Siguió sentado, permitiendo que su cabeza deambulase por temas banales, distraído.

Robin salió vestida informalmente y se dirigió a la barra. Sonrió a la hermana que estaba atendiendo.

-¿Lo de siempre? -preguntó ésta, sin dejar de frotar con la balleta un vaso.

Ese gesto le traía tantísimos recuerdos...

-Pues mira, hoy vamos a cambiar. -Sonrió la morena. Mirando la estantería que había tras la barra, señaló una botella. -Ponme lo más fuerte que tengas.

La hermana arqueó los ojos y sonrió divertida. Interesante...

Instantes después, Robin tenía ante ella un vaso de cubata lleno de un líquido rosáceo. Tragó seco al verlo. Su cuerpo necesitaba desconectar, así que, ¿por qué no?

-Que disfrutes. -Le guiñó un ojo y siguió a lo suyo, mientras vigilaba también la sala.

Y es que aquí nada era lo que parecía. Superficialmente, todas ellas podían parecer muñequitas, pequeñas y manejables, con cuerpos de infarto dispuestos al uso del cliente. Pero no había nada más lejano a la realidad.

La camarera tenía una Glock en la cadera, y sabía perfectamente cómo usarla. Su pulso no temblaba, y disparaba antes de preguntar.

Todas las que habían acabado allí sabían cómo salir adelante, negándose a que las volviesen a pisar.

Robin dio un trago a su bebida, notando cómo quemaba según bajaba por su garganta, dejando ese toque amargo, pero dulce a su vez. Cerró los ojos y se permitió saborearlo.
Se sentó en un taburete y cruzó una de sus piernas sobre la otra, acomodándose.

Unas manos babosas se posaron en sus hombros, invadiendo esa paz que estaba logrando.
Robin y la camarera se miraron, pidiéndole la primera calma a la segunda. La camarera asintió, pero siguió alerta.

-Quería decirte que has logrado despertar cosas que creía muertas mientras estabas ahí arriba. -La voz que acompañaba a esas manos tampoco era mucho más agradable. Comenzó a desplazar su toque hasta los hombros de la morena.

Respirando hondo, Robin habló.

-Gracias. Ahora, si no le importa, deje de tocarme y déjeme tomarme mi bebida tranquila. -Cortante, intentó que el otro captase el mensaje. No quería la compañía de ese elemento.

Las manos siguieron su recorrido. Robin ni siquiera se tensó. Esperó pacientemente. Uno... Dos.... Tres.........

Entonces, agarró la muñeca de ese hombre y la retorció hasta que sonó ligeramente. Mientras éste aullaba por el dolor y la sorpresa, Robin se giró y, con un simple barrido, logró tirarlo al suelo, sin soltarlo.
El hombre, sorprendido, la miró con ira.

Robin, sin siquiera cambiar su expresión, ejerció más fuerza en la articulación, hasta lograr un crujido más pronunciado.
Se agachó hasta ponerse al lado del oído del hombre y, despacio, susurró.

-Le dije que me dejase tranquila. Debería saber cómo mantener las manos quietas.

Dicho ésto, lo soltó y volvió a su taburete.

-Serás zorra, maldita put... -antes de que pudiera continuar, había varias armas apuntándolo. Una de ellas, la Glock. Asustado, se incorporó a trompicones, agarrándose la muñeca dolorida, mientras miraba a su alrededor. No sabía de dónde habían sacado todo eso las mujeres allí reunidas. De un instante a otro, el armamento estaba a la vista, y ninguna apartaba los ojos de él, mientras tenían el gatillo bien preparado.

-Esperamos que haya disfrutado. -La camarera hablaba calmada, con su Glock en alto, sin vacilar. -Ahora, cordialmente, le invitamos a que se marche.

Retrocediendo lentamente, el hombre se alejó del enjambre de armas que le habían rodeado. Una vez le vieron cruzar la puerta, todas comenzaron a reírse. Varias palmearon a Robin en la espalda, felicitándola. Ésta, sonriente, volvió a su paz con su cubata. Cosas del día a día.



Zoro miraba asombrado la escena. Se había puesto en tensión en cuanto vio a ese imbécil acercarse a Robin, más aún cuando vio como esas manos comenzaban a moverse sobre su cuerpo.
Se había levantado, dispuesto a ir a partirle la cara, pero acabó rígido al ver cómo se había desecho la morena de él.
Se le había olvidado lo letal que podía llegar a ser Robin.
La sorpresa aumentó al ver a todas esas mujeres desenfundar sus armas para ayudar a su compañera, sin dudarlo ni un mísero segundo.
Miró a su alrededor. Frías, letales, mujeres de carne y hueso más duras que el acero… Sin duda, Robin pertenecía allí.
Un sentimiento de orgullo le llenó el pecho, tanto por cómo se había defendido la morena, como por la familia que allí había encontrado.

Se descolocó totalmente al ver cómo estallaban en risas tras la salida patética del hombre. ¿Pasaban de ser armas letales a parecer mujeres normales que habían compartido una broma secreta? No podía creerlo.

Una mujer que pasaba con la bandeja a servir a la mesa de al lado se le quedó mirando. Siguió sus ojos y descubrió qué era lo que le tenía tan descolocado. Sonriendo, se metió con él.

-Ten cuidado, cielo. Ese arma está cargada, calentita y, lo siento, pero es demasiado potente para ti. -Riéndose, fue a dejar el pedido a la mesa, y se alejó meneando sus caderas.

Toda la razón, señorita. Toda la razón…

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⏰ Última actualización: Nov 28, 2019 ⏰

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Empire (Zorobin)   •PAUSADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora