CAPÍTULO 3

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Inspeccioné la ropa que se hallaba en ese gran armario que tenía el tamaño de la habitación que tenía en mi pequeño piso. En uno de los cajones encontré varios sujetadores y braguitas. A no ser que a este tío le gustara vestirse de mujer y jugar a los pases de modelos, no entendía que hacía ropa interior femenina en su vestidor.

La puerta abriéndose me indicó que alguien venía. Salí de allí encontrándome con la misma mujer que me tomó la temperatura hacia unas horas. Le mostré mi mejor sonrisa, ya que había sido muy maja conmigo. Me indicó que me sentara con ella en los pies de la cama.

-He venido para ponerte bella -me echó el pelo hacia atrás e inspeccionó mi rostro- Debes lucir como es debido para esta noche -otras dos mujeres hicieron acto de presencia con distintas cajas en la mano.

Sacaron de ellas utensilios de peluquería y de maquillaje. Me dirigí hacia donde estaban preparando un pequeño salón de belleza.

-¿Qué se supone que hay esta noche? -una vez todo listo, la mujer cuyo nombre aún no sabía y yo nos quedamos solas en la habitación.

-Una especie de... gala -recogió parte de mi pelo con una pinza y el resto lo fue alisando poco a poco con una plancha.

-¿Debería asustarme? -la mujer sonrió a través del espejo.

-Solo debes hacer todo lo que se te diga -jugué con mis uñas como siempre hacía cada vez que estaba nerviosa.

-¿Podría... decirme su nombre? -pedí cortésmente. Era algo raro conversar con ella sin siquiera saber su nombre.

-¿No me he presentado? ¡Qué cabeza! Me llamo Donna -su voz risueña logró que me sintiera cómoda, cosa que veía muy difícil estando en ese lugar.

-Yo soy Rachel -me presenté- Aunque supongo que eso ya lo sabes... -reí al percatarme de su gesto de asentimiento al decirle mi nombre.

-Si -también se rió- Ya está -echó laca alrededor de mi cabeza, lo que provocó que una fuerte tos saliera de mí- Lo siento. Tiene un olor demasiado fuerte -aireó con un gesto de la mano para que el olor se fuera dispersando- Y ahora esperemos que el vestido te esté bien -sacó uno de una bolsa de plástico. Me quedé anonanada.

-Esto... ¿es para mí? -en ese momento me sentía como una niña pequeña. Siempre había querido llevar uno de esos vestidos como las princesas Disney, pero la mala economía de mis padres hizo muy difícil que lograra cumplir ese sueño en mi infancia.

-Si. Déjame que te ayude -deslicé mis piernas por ese vestido y Donna colaboró para que subiera sin ningún imprevisto.

Una vez vestida, contemplé mi reflejo en el espejo. Giré sobre mí misma sintiéndome la chica más feliz. Mi parte racional me recordó que estaba secuestrada por un lunático que decía encontrarme unida a él por una marca que me había hecho en el cuello. Tras pasar esto por mi cabeza, la depresión se abrió paso.

-Vale. Hemos acabado a tiempo. Es la hora de bajar -abrió la puerta y me indicó que saliera yo primero.

Recorrimos un largo pasillo decorado con cuadros cuyas escenas que representaban ponían los pelos de punta. Aparté la vista de ellos para no incluir más pesadillas a mi lista. Llegamos a una escalera que llevaba a la planta de abajo, repleta de personas chocando copas.

Me quedé rígida en el sitio. Mi instinto me indicaba algo malo de todas aquella gente. Era como si desprendieran un aura negativa, igual que mi raptador. Donna se dio cuenta de que no pensaba moverme del sitio.

-Rachel, debemos bajar... -me sonrió como si ese gesto fuese a ser suficiente para transmitirme toda la confianza que necesitaba.

-¿Está él? -suspiró y asintió.

AULLIDO AL AMOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora