Camine descalzo hasta aquel lago. Sentía las pequeñas piedras negras en mis pies, y la dulce brisa con olor a hojas de zarzamoras. Mire mis pies y estaban sucios, pero lo que más me atrajo mi atención fue una enredadera que se metía y salía a través de las piedras negras. Tarde un poco en llegar al pequeño lago-pues caminaba muy despacio tratando de recordar algo-. Una vez que llegue mire mi reflejo…No era ni más guapo, ni menos feo que otros jóvenes. ¿Cómo lo sabía? No sé realmente pero algo me lo decía.
Me quede observando aquel reflejo por un buen rato. Un sonido extraño-o al menos irrecordable- que se emitía desde aquel punto en donde el sol se ocultaba, llamó mi atención. Entonces aquel ruido hizo que dejara de observar mi reflejo.
Entonces vi un objeto grande y de metal pesado color verde oscuro con algunas manchas negruzcas, y descubrí que aquel objeto era quien originaba el sonido.
Me levante ya que estaba hincado en la orilla del lago. El objeto se detuvo y de él bajaron dos personas. Un hombre y una mujer. El y ella.
Se acercaron a mí con sus armaduras de color blanco y fragmentado en distintas partes del cuerpo, con grandes armas a sus, lados.
Ella: Cabello anaranjado abultado y enmarañado, pequeños ojos negros, una pequeñita nariz y labios grandes color rojizo y a pesar de que parecía una guerrera sus manos eran tan suaves y delicadas como lo pétalos de flor de loto-como las que crecían en el lago-, su estatura no era ni tan baja ni tan alta, era algo intermedio y su piel era blanca como la nieve.
El: cabello negro despeinado, ojos de un tamaño intermedio, piel blanca al igual que aquella pelirroja, no lo conocía aun pero parecía una persona inteligente y ágil a pesar de su corta estatura.
Al verme aquí, no sé realmente si estoy en lo correcto, pero parecían sorprendidos. O eso creí. El sol se ocultó y la luna bañaba este lugar, cuando aquellas personas tomaron mi brazo, mirándome con aquellos ojos dilatados, esbozando una sonrisa, levantándome del suelo y jalándome hasta aquel objeto metálico con ruedas y grande.
Me abrieron las puertas de aquella cosa y me senté en un asiento acolchonado color negro y aquella mujer me abrocho una larga tira negra lisa. Mire alrededor y descubrí que el interior del objeto estaba lleno de tecnología y también descubrí que mi nombre, después de todo, no era lo único que recordaba…
Aquellas personas se sentaron detrás de mí y comenzaron a conversar.
-¿Qué opinas Cora?- pregunto aquel hombre.
-No lo sé…no sé qué pensar-dijo distraída- es el primero en seis meses.
-¿Y? No creo que sea tan malo, después de todo puede ser que…el “gobierno” se haya decidido a cambiar.
- ¿Enserio, Kaz?-dijo fastidiada-.Nuestro gobierno jamás cambiara y lo sabes. Seguirán llegando Reiniciados, seguirá existiendo la Resistencia…fin de le historia.
-Deberías relajarte, son Reiniciados y nada más, además, piensa ¿Qué tal si el gobierno tiene otra forma de que los infiltrados olviden todo, sin necesidad de reinícialos?
-Y eso es lo que temo, tal vez, ahora simplemente los matan.
Entonces cuando Kaz iba a comenzar a hablar, un hombre en la parte delantera del objeto metálico interrumpió, mientras tenía la mirada fija en el camino.
-Kaz, es tu turno.
-Bien- dijo secamente, como si la labor que tenía que elaborar fuera fastidiosa-.Pero el siguiente serás tú-dijo poniendo los ojos en blancos-.
Las horas pasaban y cada minuto se me hacía cada vez más pesado. Ni Cora ni Kaz cruzaban ninguna palabra conmigo, como si pensaran que yo no sabía hablar, o que bien lo había olvidado. En miraba mis pies descalzos, en otras miraba por la ventanillas, del objeto metálico, los campos oscurecidos por la noche, los animales que corrían al escuchar el ruido del objeto, en otras ocasiones miraba a Cora perdidamente, como si la hubiera conocido mucho tiempo atrás-es decir antes del aquí y ahora-, varias veces quise decir una palabra pero no sabía exactamente que preguntar.