Joven y hermosa.

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Nos hallábamos en Capsule Corp, después de aquél suceso con Frezzer y los saiyan que trajo consigo, decidimos volver a casa y descansar un poco, claro que esto fue más por mí, pues Vegeta se encerró en su preciada cámara de gravedad y Son-kun fue llamado por su esposa, decidí entonces que era hora de un poco de tiempo para mí.

Simplemente hay ocasiones en las cuales quieres gritar y dejar salir todo aquello que te oprime.

Y hoy era uno de esos días.

Tras cerrar la puerta de mi cuarto, solté todo el aire que aún no sabía que retenía con tanto ahínco, me quité la ropa lentamente, sin pensar en los minutos que transcurriesen en ello, era el momento de estar sola y soltar mis agobios sin importar qué.

Cuando me desnudé, vi mi reflejo en el gran ventanal de mi cuarto, aquél que dejaba entrar las tenues luces de la ciudad, haciendo que la oscuridad y silencio de mi dormitorio no pareciese tan lúgubre.

Me vestí con una ligera pijama de seda, aquellas que me hacen sentir tan jovial y deseable. Recordé entonces poco a poco los sucesos del día, sobre las esferas del dragón y mi deseo.

—Ser cinco años más joven—. Murmuré entonces para mí cabizbaja.

Suspiré y decidí posarme delante de un espejo de cuerpo completo, quería verme tal cual soy, verme a detalle sin dejar pasar nada.

Noté entonces que, yo sí había ido cambiando con el pasar del tiempo...

Rasgos un poco más acentuados donde antes no había ni siquiera una furtiva línea, poco a poco dejaba de ser la chica joven y hermosa de la que siempre me jactaba.

—Joven y hermosa...

Me retiré lentamente de aquél espejo, simplemente veía cómo mi figura se alejaba cada vez más del lugar.

Me senté en un sillón cerca al ventanal, sólo quería contemplar la belleza de la ciudad que se hallaba a mis pies, la cual no era efímera como la belleza humana.

No quise pensar en más, pero era inevitable no hacerlo. 

Mi esposo, mi príncipe Saiyajin, aquél hombre que no envejecía con la facilidad que un humano lo hace, aquél hombre arrogante y de carácter fuerte y orgulloso que era el amor de mi vida, aquél hombre que me había dado dos hijos, los cuales amo con todo el amor que mi corazón permite dar... Esos tres eran mi más grande aventura.

Desde hace un tiempo llegaba a mi mente pensamientos no muy gratos, como el hecho de si mi esposo me seguiría amando cuando mi piel no estuviese tersa, cuando esta estuviese con ligeras manchas y dejase atrás su firmeza. Cuando mi semblante ahora brillante y rebosante de vida, dejase de serlo, cuando mi rostro dejase de lucir inmaculado y las cremas ya no pudiesen hacer nada.

Seguí en mis divagaciones un buen rato, me levanto del sillón y me acerco más al ventanal, mientras poso una mano en el mismo y me encargo de contemplar la ciudad una vez más.

De un momento a otro siento una mano que me sujeta fuertemente de la cintura, pero la cual no me lastima, siento una cálida y embriagadora respiración en mi nuca y sé quién es. No puede ser otro, no hay posibilidad de que alguien más tenga su tacto y su aroma.

Giro lentamente y le dedico una tenue sonrisa mientras tomo su mano en la mía, él mira mis ojos con una ligera sonrisa torcida, pero la retira lentamente mientras me mira más profundamente con su mirada cargada de incógnita.

Llevo mi rostro de nuevo a la ventana y siento su ronca voz en mi oído mientras me susurra.

—¿Qué ocurre contigo? Estás extraña— Finaliza mientras a su vez mete tras mi oreja un cabello escurridizo.

Joven y hermosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora