2- Ángel negro

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"Pero no para jurarle al mismísimo ángel negro,

que si rompe la distancia que ahora mismo nos separa.

Volveré para adorarle,

le daría hasta mi alma

si trajera tu presencia a esta noche que no acaba".

.

.

.

No necesita que la Hokage o Naruto mismo se lo digan a la cara, lo sabe, nuevamente ha sido infructuoso hallar rastro alguno de Sasuke Uchiha. La desesperación la embarga mientras se pregunta cuántos kilómetros de distancia hay entre Konoha y donde sea que esté él como para no poder seguirle ni por los pelos el rastro.

Cuanto desea romper esa distancia.

Esconde su rostro en la almohada que aferra contra sí, buscando ahogar sus sollozos. No le mintió en absoluto a Sasuke, si él se iba, la soledad la envolvería. La noche se cierne sobre Konoha, revelando un manto negro con millones de estrellas tintineando, sin opacar a la redonda Luna. Echa un vistazo por su ventana, arrugando los labios al admirar las luces encendidas en los hogares y locales de la aldea, es egoísta pero piensa por un instante que nada debería ser tan bonito mientras ella está muriéndose por dentro.

Después de todo, esta noche no apunta a nada diferente, será inacabable como las anteriores.

A poca distancia de ella, está abierto un libro de ocultismo que tomó de la biblioteca de la quinta, justo en la página veintitrés. "Ángel negro" con letras góticas y centradas, es el título del segundo capítulo.

Sin rastro alguno de cordura, intentó hallar un método alternativo para traer a Sasuke de vuelta, de esta forma se encontró pensando en pactos con criaturas mágicas. Por las calles de Konoha ya había escuchado historias acerca de hombres que vendiendo el alma, obtuvieron riquezas, el amor y poder. ¿Por qué ella no podría hacerlo, desprendiéndose de cualquier escepticismo?

Siendo así, tomó aquel libro sin autorización y se lo llevó a casa. En su habitación lo hojeó ansiosa, pues carecía de índice, con cierto objetivo en mente. Una sonrisa se dibujó en su cara cuando leyó "Ángel negro".

Dar el alma a cambio del más grande anhelo.

Conforme fue avanzando en su lectura, las lágrimas se arremolinaron en sus ojos, dándose cuenta de lo absurdo que era su plan. Soltó el libro como si le quemara aquel papel amarillento y lloró con amargura, olvidando por completo que sus padres están escuchándola en la habitación contigua sin saber qué hacer. Por fortuna, Morfeo se apiada de ella y se queda dormida presa del cansancio cuando vuelve a hacerse un ovillo en la cama.

Mebuki pone una mano sobre el hombro de su esposo cuando se da cuenta que los suspiros y lamentos se han detenido, Kizashi asiente y ambos van hacia la habitación de su hija. Sigilosamente la arropan con una manta de lana, dedicándole a Sakura una mirada cargada de tristeza y frustración. Ya no pueden aliviar su dolor como hacía tanto tiempo, cuando era fácil curar sus raspones en las rodillas o sus resfriados.

Por fortuna no se dan cuenta del libro a la orilla de la cama abierto en la página veintitrés. Veintitrés, como el día de julio en que nació Sasuke Uchiha.

La melancolía del cerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora