Vacaciones.
Debería estar feliz. Todo el mundo ama las vacaciones. Se supone que es la mejor época del año. Salvo para mí. Mis padres tienen la pésima costumbre de dejarme con algún familiar. Lo han hecho así, desde que tengo diez años de edad. Es la oportunidad de tener una segunda luna de miel y no la desperdician por nada. Soy hija única, el único "estorbo", para vivir unos meses como si estuvieran de novios. Cada año me dejaban con mis abuelos, los padres de mi padre. Pero el tiempo no perdona, y uno a uno, fue por ellos. Primero falleció mi abuelo, y el año pasado le tocó el turno a mi abuela. Mi padre estuvo muy triste un tiempo. Luego, la tristeza se volvió una angustia, al darse cuenta que no tendrían con quien dejarme en estas vacaciones. La única solución al alcance, la mencionó mi madre. Ella tiene una media hermana de parte de su padre. Apenas compartió con ella, pues le llevaba cerca de diez años de diferencia. Esta era la oportunidad de reafirmar viejos vínculos y la llamó por teléfono. Hablaron cada dos días. Mi madre estaba "trabajando" a su media hermana. En términos simples, estaba "comprando" su confianza. Y se la ganó. Mi madre es ejecutiva en ventas, y sabe como cerrar un negocio. Recuerdo ese día, ella dejó de hablar con su pariente, apagó el teléfono, miro a mi padre, y alzando los brazos al aire, grito eufórica:
—¡Eureka!
Ambos se abrazaron, los meses de noviazgos, se habían salvado. Yo estaba sentada en el sofá, y por la expresión de felicidad de ellos, me di cuenta, que un verano más estaría fuera de mi hogar.
Y así, partimos donde la media hermana de mi madre. Tengo 17 años, y al término de mis vacaciones iré a la universidad. Este será el último año que paso por esto. Nunca más, volveré a ser ese "estorbo" que dejan en casa de un pariente durante los meses estivales.
Mi madre en el viaje, me habló de su media hermana. No habló mucho, porque apenas la conocía. Me mostró una foto de ella, la miré y sentí crujir mis huesos. La señora vestía a la usanza del siglo 18. Una falda larga, hasta alcanzar sus tobillos, zapatos negros, color que hacia juego con su vestimenta y una camisa abotonada hasta taparle el cuello. Su rostro era pálido, blanco como si no tuviera vida. Las arrugas salpicaban su semblante y su cabello cano, tomado por detrás, le daban el toque final, para hacerla ver de 100 años. Ni un atisbo de sonrisa vi en su rostro de piedra.
—La pasarás muy bien.
Dijo mi madre, intentando no mirarme a los ojos. A mi madre le cuesta mentir, por eso, cuando lo hace, trata de no mirar a los ojos. Sí, mi madre acababa de mentirme. Por supuesto que no la pasaré bien. No hay que ser un detective condecorado, para darse cuenta, que esa señora, la media hermana de mi madre, no es un parque de diversiones.
—El lugar a donde irás tiene playa, allí podrás nadar, y hacer tus cosas.
Mi madre está tratando de ilusionarme. Pero no podrá lograr el milagro.
Hemos viajado por tres días. Durante el día maneja mi padre, y por las noches, mi madre. No se nota para nada, lo entusiasmados que están en dejarme de una vez por todas con esa extraña. Me he quedado dormida, lo hice, mientras el cielo era azul, y no había ni una nube en el horizonte. Al despertar, lo he hecho, en un lugar lúgubre, con nubes negras tapando cada rincón del cielo. Mi madre se arrima a su asiento, al verme despierta, exclama con mucho entusiasmo.
—¡Llegamos!
No he visto pueblo más siniestro que este. Todo es gris, realmente gris. Las calles están vacías. Ni un alma se aprecia por ninguna parte.
—Que lugar más bonito.
Expresa mi mamá, con sus dientes apretados. Que mal lo hace mi madre para mentir.
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Solsticio de Verano
Teen FictionUna historia de amor, aventuras y brujería. Todo comienza con la llegada al pueblo. Una mansión tenebrosa, una mujer misteriosa y una joven que vivirá la más increíble aventura.