Tu Nombre

345 43 22
                                    

Fue la mañana después de la primera noche que hicieron el amor de forma física cuando Azirafel recordó el verdadero nombre de Crowley y con él vino la avalancha de recuerdos de su vida juntos en el cielo, mucho antes que el Edén y la humanidad fueran creados. Mucho antes de la Gran Rebelión, y la Gran Caída. Mucho antes de perder la mitad de su corazón.

Llevaban bailando un tango sensual y peligroso desde el día de la primera tormenta en la Tierra, de pie sobre los muros del Edén, sin embargo Azirafel solo había tomado consciencia de que sus sentimientos eran innegables por los años 40, cuando sus amados libros fueron salvados por el demonio que caminó por terreno sacrosanto por él. Solo por él.

La negación no había servido de mucho, juntos eran más que solo perfectos, juntos habían evitado el Apocalipsis, y ahora estaban por su cuenta. Solos. Juntos.

Las cenas en el Ritz se habían multiplicado, y en un mes habían acabado sumando más citas de las que habían tenido por los últimos cien años. El ángel se encontró perdiéndose en la risa sarcástica del demonio, y en los pequeños trucos que hacía para fastidiar a los humanos, una de sus mayores diversiones. Él no le detuvo más. Quizás debería hacerlo pero... ya no tenía que rendir cuentas a nadie ¿no? y Crowley jamás le hacía daño a ningún humano. Así como él mismo, el demonio amaba a la humanidad. Ambos lo hacían, por eso habían dado la espalda a sus propios bandos.

Azirafel no era idiota y podía ver los sentimientos en las acciones y en los ojos de Crowley, incluso con las gafas ocultándolos. Llevaba siglos tratando de ignorarlo, décadas tratando de opacar sus propias emociones, y ahora nada más que su propia tozudez les separaba, el ángel decidió que no valía la pena seguir resistiéndose.

Así que una noche de verano, luego de una cita perfecta con cena en el Ritz y teatro al aire libre, Azirafel besó a Crowley cuando este le llevó hasta la librería.

No fue la gran cosa, solo un beso casto con el auto detenido, pero por la expresión del demonio hubiese sido menos impactante que Gabriel hubiese aparecido bailando can-can con el resto de los ángeles. Azirafel solo pudo sonreír suavemente, con el corazón cálido por poder sorprender así a su demonio.

—Fue una cita encantadora, querido. ¿Te gustaría... pasar un momento y compartir una taza de chocolate conmigo?

Crowley solo estaba boqueando sin decir nada, pero Azirafel lo tomó como una respuesta positiva, y se bajó del vehículo esperando que su compañero le imitase.

Nunca bebieron el chocolate. Una vez la puerta de la librería se cerró tras ellos, Azirafel se encontró siendo estrechado por los fuertes brazos del demonio, sintiendo como su boca era asaltada por esos labios que llevaban milenios distrayéndole.

Quizás fue algún milagro, demoniaco o angelical, o simplemente los besos de Crowley le distrajeron demasiado, pero cuando Azirafel tomó consciencia, ambos se encontraban desnudos y ya sobre su cama en el fondo de la librería. Sus cuerpos, humanos a pesar de todo, reaccionaron con facilidad a las caricias y al contacto, y ningún libro erótico había preparado a Azirafel para ese maremoto de sensaciones y placer.

—Crowley... Crowley —jadeaba sintiendo como las hombrías de ambos se frotaban, mientras el demonio besaba y mordisqueaba con placer su cuello, marcándolo como suyo.

—Si, mi ángel. Estoy aquí. No te preocupes —siseaba el demonio, ocupando su lengua en hacer que la piel de Azirafel se estremeciera—. Déjamelo a mí. Te haré sentir bien, no te arrepentirás.

Y Azirafel sabía que Crowley hablaba con la verdad. ¿Cómo podría arrepentirse de aquel acto carnal cuando no era más que la manifestación física de los sentimientos y emociones entre ambos? No era pecado, pues aunque era placer sexual, no era una lujuria que fuese ha hacer daño a nadie. Se amaban, ¿cuál era el problema en demostrarlo?

Tu NombreWhere stories live. Discover now