Solsticio de Invierno

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Solsticio de Invierno
    Cuando piensas demasiado en tu existencia, te aburres de planificar y esperar grandes cosas de la vida; al final terminas creyendo que el simple hecho de caminar pierde sentido si no sabes hacia donde ir.

Yo había llegado a ese punto, donde no respiraba para vivir si no que vivía únicamente porque respiraba. Sin nada más… un ser sin más propósitos u objetivos que eso, solo respirar.

Solo ir y venir sin rumbo ni decisiones, sin preámbulos, sin la búsqueda de un logro… sin ofuscarse por el misterio del mañana. 

Era fácil y seguramente por eso lo hacia, me deje envolver tanto en los brazos del olvido… que perdí la razón… no… simplemente nunca tuve una razón, porque nunca la busque.

Tenía un par de décadas vagando por Inglaterra… umm o quizás eran siglos. Hacia tanto tiempo que me había dejado de importar si el sol salía o si la luna me observaba. Decir que ya no tenía noción del mes en que estaba, quizás ni del año, era certero y creíble. Podía ser 1720 como podía ser 1950… no me preocupaba en realidad.

No me importaba existir o trazar planes para un futuro… pues ya no recordaba bien ni mi pasado. Excepto un día… estábamos en plena Batalla de Denain, era 24 de julio de 1712, ocurrió en el marco de la Guerra de Sucesión Española, luego de la muerte de Carlos II. Estábamos en el orfanato, yo tenía 18 años, pero aun nadie me había adoptado, yo lo prefería así; odiaba el mundo exterior.

Ese día nos estaban sacando de ahí, evacuación como medida preventiva, yo no quería volver a la calle; tenia tanto tiempo encerrada, ayudando a las monjas en el orfanato que volver a caminar entre tumultos de gente y recibir los rayos del sol en mi cara sin una ventana de por medio… me aterraba.

Opte por esconderme… me fui hasta la ático del orfanato, desde ahí se veía todo, los cañones salían disparados atravesando las casas, para luego llegar hasta donde estaban aglomerados los batallones, podía ver como se colocaban unos soldados frente a otros, turnándose para disparar al batallón que los retaba y viceversa.

Era algo escalofriante e intimidante.

Mientras yo observaba absorta desde lo más alto que había estado nunca, –no se nos permitía subir ahí– una voz que me susurro en el odio me distrajo.

– ¿Qué haces aquí… tan solita? –me susurro tan cerca que la piel se me erizo. Gire hacia atrás en contra de mi voluntad… un rubio me observaba con curiosidad, sus ojos azules, profundos y hermosos, y a la vez aterradores –no sabia porque– me causaban escalofríos.

– Eh… yo… estoy. –por que debía intimidarme un ser desconocido, me pregunte internamente, en un lugar que era tan conocido para mi, el estaba mal ubicado, no yo– No… ¿Qué hace usted aquí? Nunca lo había visto y he vivido aquí toda mi vida.

– Asi que eres… ¿huérfana? –soltó despectivamente sin clemencia… hice una mueca de dolor ante esa palabra, pensé que siempre me dolería.

El evito mi pregunta haciéndome otra.

– No se responde a una pregunta con otra pregunta. –le aclare con petulancia, tratando de esconder el susto que me sucumbía, subiendo por toda la columna provocando que me estremeciera.

– Vaya… que “valentía” –se burlo al pronunciar la última palabra, demostrando la poca credibilidad que le daba a ese hecho. –pues bien… yo estoy de visita. El lugar estaba solo…  –me miro furtivamente levantando la comisura de su labio– o al menos eso creía. Me llamo Eryx Kafkis. ¿Y tú?

– Aileen –respondí de mala gana.

– Ahora si, dime… ¿eres huérfana?

– Es lógico. ¿Qué te hace pensar que viviría aquí durante más de 17 años si no lo fuera?

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