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Onsdag 13:43

En definitiva no hay nada mejor que ver practicar a las de ballet su número para fin de curso. Sus cuerpos esbeltos, enfundados en mayas deportivas y sostenes deportivos, yendo de un lado al otro y dando vueltas en un mismo eje.

Logrando que sus atributos se marquen y pervertidos como mis amigos puedan verlo en primera fila, sosteniendo la estupida excusa de que están aquí, por amor al arte.

— ¡Muy buen trabajo! —felicita el profesor una vez la prueba a terminando, el idiota de Axel aplaude hasta que Andrés le da un golpe para que guarde silencio—. Queremos seis bailarines para el teatro. Tendran una respiesta esta semana, ¡Buen día!

Robert el profesor se voltea hacia nosotros una vez que las bailarinas se dispersan.

— Chicos — llama en advertencia.

— Muy buenas, son increíbles. ¡Las mejores! — dice al instante Axel nuevamente aplaudiendo. Robert lo mira unos segundos, nos vuelve a ver y se aleja con paso confiado de nosotros.

— ¿Tiene que ser tan gay? —le suelto a Diego. Él se gira hacia mi con el ceño fruncido.

— ¿Qué?

— ¿No lo notaste? —señalo la dirección que tomo Robert—. Él es ultra gay.

— ¿Qué pasa contigo insultando a las personas que son gays? —preguntó y la garganta se me seca.

— No lo estoy insultando. Pero era obvio.

— Si, pero ¿solo estas señalando que el es gay? Muy buena observación, Temo —ironiza, aparta la mirada centrandola al frente nuevamente.

— ¿Qué pasa contigo? —preguntó con la molestia floreciendo.

— ¿Conmigo?

— Que estas tan enojado.

— ¿Qué? ¿Yo? —suelta incrédulo, sus cejas se arquean y me mira como si me hubiera vuelto loco.

— Si

— ¡Tú eres el que esta súper malhumorado por todo! —acusa.

— ¿Malhumorado? —quizá he sido un idiota mas de lo normal. Pero de eso a estar malhumorado, es un trecho largo.

— Si. Desde que entramos a clases, tú estas...

— ¿Que mierda estas hablando? — ahora si estoy molesto. Es mi mejor amigo y me esta acusando de estupideces.

— Hola —saluda una voz que hace que me calle en automático. Mis manos sudan y comienzo a marearme, delante de nosotros están esos ojos que he tratado de evitar desde hace días—. Te olvidaste de esto el viernes.

Mi gorra aterriza en mi regazo, su sonrisa ladeada permanece en su rostro, pero no es momento. No cuando están los chicos.

— ¿Es tuyo? —luce incómodo pero su aura no permite que mire esa faceta mucho tiempo.

— Creo que es mío —yo no necesito aparentar nada, estoy incómodo hasta la mierda. Los chicos miran entre él y yo simultáneamente.

— ¿Olvido dónde? —ahí están las preguntas de las que trate de hiur. Abro los ojos con terror, miro a Aristóteles y el me mira también esperando una respuesta con las cejas alzadas.