Musa y la otra pianista

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"Otoño"

Cuándo Ana tomó las partituras entre sus dedos, se dió cuenta de que ya era demasiado tarde; ya no podía volver al gran escenario, con la gente que la admira, que escucha con atención cada tecla en su vals de melancolía y amargura.

Así que lo único que hizo fue arrugar la hoja de partituras hasta el punto de volverse una pequeña bolita que podía cubrir totalmente con la palma de su mano.

Ya era demasiado tarde, y ella lo sabía.

Se levantó de la banca en la que estaba, y echó un vistazo al resto del pasillo. Todo en aquél lugar era pulcro, totalmente blanco, con sus luces cegadoras. Si recorres todo el pasillo, llegarás al terrorífico escenario; un lugar que en un principio fue un refugio para Ana, y que ahora, trás tres años de haber sido la niña prodigio que todos admiraban, ella perdió la fe en sí.

Se suponía que hoy era su gran regreso, la gente la esperaba ansiosa, su nueva pieza musical, aquella en la que desechó cientos y cientos de hojas, hasta dar con algo digno de presentar.

Se suponía que este era su momento, pero no fue así.

Bajó la vista hacia sus piernas, cubiertas por una falda color azul cielo. Se veían escuálidas, débiles, temblorosas; no recuerda haber comido mucho estos últimos días, todo por la preocupación de su nueva pieza.

Y entonces, cuando menos lo esperó, unas pisadas acabaron con el silencio que sumía el pasillo.

Lo primero que Ana pensó, es que era una persona encargada del escenario, buscándola, pero ella no quería salir, le aterraba salir, y ya era demasiado tarde, ya a nadie le iba a importar lo que ella tocara, ella ya había pasado de moda, ya nunca sería una niña prodigio.

A sus escasos diecinueve años, ella ya se había rendido en el mundo de la música.

Pero cuándo levantó la vista quién estaba frente a ella no era una persona encargada de buscarla; ella podía verse ante la chica que no detenía su decidido paso; era como ver un reflejo, ella misma, sus mismas prendas, sus mismos zapatos, su mismo cuerpo.

Cuándo la misteriosa chica pasó al lado de Ana, le dedicó una pequeña sonrisa y continuó su paso hasta llegar al escenario.

Un vídeo en vivo, transmitido en una pantalla que se encontraba justo enfrente de Ana la hizo ver los movimientos torpes de la misteriosa chica, podía ver lo igual que era a ella.

Y así, en el escenario, la misteriosa chica tomó asiento frente al piano y empezó a tocar.

El movimiento de los dedos de la chica, era como si de una marioneta se tratara, como si algo o alguien la estuviera controlando.

Era la misma melodía que se encontraba en la pequeña bolita que Ana, escondida entre sus manos. Cuándo Ana estaba practicando la canción ella la sintió como una melodía torpe, pero ahora, viendo a la chica misteriosa tocar su melancólica canción ante el gran público ella la escuchó como si fuera una maravilla.

La chica misteriosa sonreía, eso se veía desde todos los ángulos, una sonrisa que Ana ya no se creía capaz de hacer, una sonrisa que era característica de ella en sus primeros conciertos.

Y la melodía acabó, y todo el público aplaudió. La chica misteriosa se levantó e hizo una reverencia a todo el público.

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