Alejo y Alma

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Me alejo unos segundos y disfruto de esa pequeña victoria. Porque aunque tú no lo sepas, eso es lo que quería de ti, lo que esperaba de ti. Causa y efecto, la reacción ante la acción. Coloco mis manos a los costados de tu cuerpo, lo suficientemente cerca pero sin tocarte, te estudio unos segundos más, prolongando mi agonía. Te veo expectante, aunque has girado la cabeza hacia otro lado como si aquello te aburriera, capto ese segundo en el que me estudias rápidamente para luego fingir apatía. Aunque intentas controlar tu respiración, sé que estás agitada. Puedo ver tu pecho elevarse una y otra vez. Entonces me acerco lentamente, giro tu rostro con el dedo índice para obligarte a mirarme a los ojos, porque quiero que sepas que esto es en serio. Tu respiración se corta por unos segundos. Seguro que no esperabas esto. Esperabas provocación o juego, tal vez. Pero no estabas lista para ver mi corazón. Sonrío porque he cambiado las reglas del juego.

Harto de los juegos, recorro con paciencia el poco espacio que queda entre los dos y vuelvo a tocar tus labios con más cuidado. Primero beso tu labio superior y luego llego al inferior. Mi lengua se desliza dentro de tu boca y se encuentra con la tuya. Para mi sorpresa, me permites explorarla y saciar mi sed de tu dulzura. Tu cuerpo y tu mente luchan por comprender lo que está sucediendo. Luchan por comprender lo que TE está sucediendo. Empujo tu cabeza ligeramente hacia atrás y se inclina dócilmente, mientras con una cadencia tortuosa llego hasta tu cuello, lo beso, apenas lo muerdo, siento el flujo de tu sangre correr tan desbocadamente que mi piel se eriza. Escucho cómo ahogas un quejido que se cuela en mí y el eco recorre mi cuerpo, haciéndome sentir vivo otra vez. Subo para apropiarme de tus labios, que esperan ansiosos los míos sin saber el festín que les espera. Los recorro, los saboreo y poco a poco comienzan a despertar y a responder, a pedir y a exigir. Es entonces cuando me alejo, dejándote tal como te deseo.

Tus ojos no pueden ocultar los destellos de furia y deseo. Ver que te necesitas tanto de mí como yo te he necesitado desde que te conocí hace que ahora sea casi imposible mirar a tu padre y a mi socio que acaba de entrar al despacho.

Tú empezasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora