CAPÍTULO 4: "NO TOQUES EL ÁRBOL"

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Los ojos de King se abrieron de golpe y se levantó, su boca jadeando por aire mientras miraba frenéticamente a su alrededor. Durante unos momentos terroríficos, la oscuridad a su alrededor era como una jaula, su respiración dificultosa era el único sonido que llegaba a sus oídos, y el único pensamiento que podía discernir en su mente era que estaba en peligro: Él estaba a punto de morir. El impulso de extender sus alas y volar lejos, ni siquiera importaba a dónde, era tan abrumador que casi se levanta y se iba. Luego, cuando King se movió, algo suave y cálido rozó su brazo haciéndole saltar, y cuando se volvió bruscamente, unos somnolientos ojos violetas se encontraron con su mirada. Era Diane. Cuando le vino su nombre a su mente, King finalmente pudo respirar de nuevo, casi temblando, el alivio atravesó su cuerpo como una sacudida y eliminó la tensión que le había tensado hasta ese momento. Él estaba en su cama, en su bosque, con Diane. Estaba a salvo. Cerró los ojos, el aire que llegaba a sus pulmones se sentía casi como una bendición, y estaba a punto de dejarse caer sobre el colchón de nuevo cuando una acaricia suave alcanzó su mejilla.

Diane se levantó un poco para acercarse a él, su cabello suelto y desarreglado sobre sus hombros. Parecía un poco más despierta que antes mientras lo miraba con ojos apretados y preocupados, acariciando la piel de King con su pulgar. "¿Otro?" Ella preguntó, y cuando él asintió su garganta se sentía demasiado dolorida como para dejarlo hablar, y ella suspiró, con la otra mano alcanzando su cuello para poder acercarlo, abrazarlo y llevarlo con ella cuando se acostó de nuevo. A King le tomó un momento seguir sus movimientos y abrazarla, sus propias manos alcanzaron su espalda, y cavó su rostro en la suave piel de Diane. Él quería, no, más bien necesitaba sentir que realmente estaba allí, con ella, que estaba a salvo. King enterró su rostro en su cabello largo, inhalando profundamente su olor a flores, y se relajó en su abrazo.

Él no sabía cuánto tiempo estuvieron acostados así, sus brazos alrededor de su pecho y sus manos acariciando su cabello y su espalda, trazando lentamente caminos perezosos en su piel. Simplemente sabía que cuando Diane hablaba de nuevo, su ritmo cardíaco se había ralentizado, ahora solo un ruido sordo y regular en sus oídos, casi un sonido hipnótico y relajante. "Harlequin", dijo ella suavemente, su cálido aliento le hizo cosquillas en la oreja, "¿lo recuerdas esta vez?"

Y por supuesto, no lo recuerda. Esas pesadillas, o lo que él suponía que eran pesadillas, lo habían visitado desde hace casi dos semanas, lo despertaban en medio de la noche, el sudor cubría su piel y su cuerpo casi se congelaba por el terror, o, algunas veces, su mente cegada por la rabia con necesidad para reaccionar, para defenderse y para matar. Y sin embargo, no podía recordar nada de lo que había soñado. Solo sombras, gente corriendo y volando a su alrededor. El fuego, a veces, bailaba a su alrededor, sus llamas se acercaban más y más al lugar donde él estaba hasta que lo alcanzaban y lo quemaban. No importaba cuánto lo intentase, King no podía recordar más, ni entender de dónde venían esas imágenes fragmentadas. No eran de su pasado, estaba seguro de ello. Pero entonces, ¿por qué estaban en su mente?

Dejó escapar un suspiro de frustración y levantó la cabeza para mirar a Diane, sus caras tan cerca que sus narices casi se tocaban. "Nada, como de costumbre".

Ella asintió, nada sorprendida por ahora, se estaba acostumbrando a esa respuesta, pensó con amargura. No pudo evitar sentir el dolor de su corazón al notar la mirada cansada de King en sus ojos. La piel de Diane estaba caliente bajo las yemas de sus dedos cuando levantó la mano para ahuecar su mejilla. "Lo siento, te desperté otra vez", susurró King.

A pesar del cansancio, una sonrisa se formó en los labios de Diane, mientras se apoyaba contra él, tocando su frente con la suya. "No seas tonto, es obvio que no lo estás haciendo a propósito", susurró ella. "Además, no quiero que pases por esto solo. Tú harías lo mismo por mí".

EL ÁRBOL MALDITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora