Joel abre la puerta desganado por la hora y suelta un suspiro largo al ver a Richard con una gran jaula en sus manos.
—Fui muy claro con mi "no" —le recuerda dándole espacio para pasar.
El moreno lo coloca en la mesa del comedor y abre la puerta de donde segundos después sale un conejito, dando un salto largo.
—Míralo, Joel, Erick es muy pequeño, no te causará problemas, viajaré solo unos días.
—No quiero animales en mi departamento.
Las orejitas del conejo se levantan mirándolo y el rizado suspira acercándose para cargarlo, pero no se lo permite.
—Ni siquiera le agrado.
—Limítate a darle agua, comida y dejar que dé unas vueltas por acá, pero siempre regresará a su jaula, le gusta.
—¿Muerde?
—No, solo no le gusta que lo toquen mucho, tampoco me lo permite a mí.
—¿Y los billetes? —pregunta mirando las manos de su amigo.
Richard sonríe sacando su billetera y le deja un extra aparte de lo que gastará en alimentarlo muy bien.
—Cuídalo mucho, Joel, es un conejito muy tierno.
—Sí, sí, ya vete.
La despedida es corta y Joel ve al animal desde su sillón cuando ya están solos.
—Vamos a poner reglas —le dice cruzando los brazos— salir de la jaula no será tan sencillo y debes comportarte bien pa... oye, hazme caso.
Erick salta a la silla y logra bajar al suelo, corriendo detrás de los sillones.
—¡No! —grita al verlo girar por la puerta de su habitación y corre hacia él, encontrándolo en unos intentos por subir a la cama— ¡No puedes entrar a mi habitación!
El conejito mueve las patitas intentando dañarlo para que lo suelte, pero Joel es más rápido en calmarlo pegándolo a su pecho, y acaricia sus orejitas suavemente.
—Cálmate, bonito —susurra viendo con ternura la forma en que mueve su pequeña nariz— voy a encerrarte si sigues así.
Erick lo mira directamente, sin moverse y el rizado lo sienta en la cama, tratando de no asustarlo.
Sus manos se deslizan por su pelaje y parece que empieza a disfrutarlo.
—Yo soy Joel y yo ordeno, tú eres un conejito bonito y obedeces, así que no entres a mi habitación y solo ve a dar unos saltos por la sala.
El rizado intenta alejarse, hasta que escucha los dientes de Erick chocar entre sí.
Quiere que lo siga acariciando.
—Pensaba darte algo de comer —le avisa cargándolo de nuevo y agarra un pedazo de zanahoria antes de acostarse en el sillón y dejarlo sobre su pecho.
Lo ve de reojo luego de prender el televisor y un par de horas de silencio después, se queda dormido.
Suele pasarle en las tardes, cuando se acuesta en su sala, pero es la primera vez que despierta por el cuerpo sobre él que lo aplasta.
Abre los ojos de golpe y ve como el chico desnudo da pequeños saltitos contra su entrepierna que ya está dura, seguramente porque el ojiverde lleva varios minutos chocando contra él.
El rizado jadea mirando como se frota en su erección, humedeciendo su ropa con su lubricación.
Se apoya en uno de sus brazos asustado y mira a su alrededor para saber de donde ha salido ese chico.
—Oye, no —dice quitándoselo de encima— ¿Quién eres?
Apenas lo empuja escucha sus dientes rozándose entre sí y sus ojos se abren sorprendido.
—¿Erick?
El ojiverde se empina arrodillándose para acercarse a él y Joel no puede evitar mirar la curva tan bonita de su cintura.
Las caderas del conejito se balancean lentamente, mientras intenta trepar en su cuerpo y Joel agarra su rostro deteniéndolo.
—Siéntate —ordena mirando sus ojos y repite— siéntate, bonito.
Erick se resiste al inicio, pero luego se apoya en las rodillas, alzando sus brazos.
Está obedeciendo.
—No te muevas —dice bajando su pantalón rápido y se siente un poco enfermo, pero está duro y necesita liberar su erección.
El ojiverde entreabre sus labios, mirando su gran pene.
Se acerca moviendo su naricita y saca la lengua para probar.
Tiene curiosidad.
Joel jadea al sentir como la va pasando por todo el largo, cada vez más rápido.
Empieza a botar algo de líquido por la punta y Erick lo siente, así que lo chupa, para obtener más de eso.
—Joder —susurra viendo su boquita rodeando la punta y acaricia su cabello para luego cogerlo con fuerza— abre la boca, bonito.
El animal lo mira confundido por unos segundos y Joel vuelve a jalar.
—Abre la boca —ordena con más fuerza.
Erick lo hace lentamente y el rizado aprovecha para empezar a embestirlo, llegando hasta su garganta.
Tiene muchas ganas de cogérselo.
Retira su rostro, alejándolo y ve como su saliva se desliza por la comisura de sus labios.
Le parece caliente.
Se sienta en el sillón y Erick sube rápidamente sobre él, abriendo las piernas.
—Vas a saltar en mi pene, conejito —susurra contra su boca, usando las manos para abrir su trasero y sentarlo de golpe en su erección.
Erick suelta un gemido ahogado de satisfacción al poder, por fin, estar lleno.
Llevaba varios días enojado por estar en celo, hasta que sintió en Joel a la persona que necesitaba.
Se mueve sobre él rápidamente, penetrándose a sí mismo, y Joel solo lo mira, hundiendo sus dedos en su cintura.
Disfrutando de lo bueno que es montándolo.
Le parece muy hermoso.
Su agujero es estrecho y lo aprieta de una manera muy caliente, mientras lo mira con esos ojos tan bonitos que tiene.
Se ve tierno.
No entiende como carajos puede verse tierno, mientras lo hace llegar al orgasmo.
Joel no demora mucho en descargarse dentro de él, pero no le preocupa, porque sabe que va a recuperarse y podrá hacerlo de nuevo.