Morgana (fanfic the chilling adventures of sabrina)

Los 4 Jinetes del Apocalipsis.

Las antorchas proyectaban figuras horribles en las paredes roídas y llenas de moho. Algunas ratas corrían a través de los bancos de madrea mientras que otras esquivaban las piernas de aquellos que escuchaban las palabras del Sumo Sacerdote. Palabras que quedaban grabadas en la cabeza de todos los oyentes.

Por norma general cuando el aquelarre solía ser llamado para reunirse en la Iglesia Profanada no indicaba una buena señal, siempre lo hacían para juzgar a alguien o bien castigarlo. No había término medio, y estar allí reunidos era considerado como una emergencia.

El hijo de Abadón no tan solo había atacado a Sabrina, también lo había intentado con otros brujos. Tras el aviso de estos al Sumo Sacerdote se había decidido convocar la reunión de emergencia.

—¿Entonces estamos ante una amenaza?

—Efectivamente Marcis, estamos ante una amenaza, quizás la más grande de todos los tiempos...o eso me temo.

Ante aquellas palabras se escucharon gritos ahogados de alguno de los presentes. Tia Hilda agarró con fuerza la mano de su sobrina Sabrina y pidió a Satán que nada de aquello hiciese daño a su familia.

Morgana, sin embargo, permanecía recostada en una de las paredes de la entrada, brazos cruzados y mirada entrecerrada, clavada en su sumo sacerdote. Había leído sobre los hijos de Abadón, que apareciesen de ese modo, sin discreción, ante el peligro de que cualquier mortal pudiese verlos, tan solo podía significar una cosa.

—El Apocalipsis—proclamó Blackwood alzando los brazos—. Estamos ante los hijos de Abadón, el demonio de la destrucción y el caos. Lo siguiente son los 4 Jinetes del Apocalipsis. Intentarán acabar con nosotros, después irán a por los mortales.

Por la cabeza de Sabrina pasó la idea de sus amigos sufriendo, siendo torturados por algún demonio. No podía permitir que nada malo les pasase, tenía claro que cuando saliese de allí iría a advertirles de lo que estaba por venir.

—No tardarán en llegar los Jinetes, es cuestión de días. Se recomienda que todas las brujas y hechiceros acudan a la Academia, está rodeada de un hechizo protector, ningún Jinete podrá entrar.

La habitación que le habían preparado los Kinkle era de lo más acogedora, toda decorada de colores cálidos, marrones y beige. En la cómoda que había junto a la puerta descansaban varias fotos de los hermanos en diferentes etapas de sus vidas. En todas ellas se les veía felices y a Morgana se le removía algo en el interior cada vez que las miraba. Sentía celos, celos por no tener una sola fotografía así. Por desgracia, nadie tenía la culpa.

De un brinco bajó de la cama. Sus pies descalzos tocaron el frío suelo de madera. Caminó varios pasos hasta llegar a la estantería vieja y llena de libros polvorientos. Se agachó y de una de sus cajas de cartón sacó uno de portada roja, decorada con inscripciones doradas y todas ellas en latín. Se lo colocó bajo el brazo y volvió a la cama. Apagó la luz de la habitación, dejando que la lámpara de la mesita de noche fuese el único punto que proporcionase luz.

Abrió el libro allí donde había colocado el cordel que remplazaba al nuevo marca páginas. Con la yema de los dedos tocó la fotografía de Abadón: era un ser alado. Sujetaba una lanza que apuntaba a un mortal que intentaba protegerse del ataque inminente del demonio. El rostro del monstruo demostraba la maldad en su máximo esplendor, tenía una sonrisa que transmitía el placer que le producía matar. Sus piernas escamosas provocaron un escalofrío en Morgana. Jamás podía imaginarse lo horrible que debía producir ser tocado por una de ellas.

—No sé Perquins, no me gusta—con delicadeza agarró a su pequeño familiar, una lagartija de color verde—. Por lo que sé, Abadón necesita ser invocado, nunca destruiría la humanidad por su propia voluntad. ¿Qué dices? Bueno, alguien habrá que quiera acabar con todo.