Capítulo 1

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Dicen que después de la tormenta viene la calma, pero estaba seguro de que esa vez no sería así. Es como cuando el mar se calla, sabes que de un momento a otro volverá a rugir. La calle debajo del edificio lucía vacía, al menos eso parecía antes de que sonara el maldito teléfono. Se había escondido el último rayo de sol del séptimo día. Taché el catorce en el calendario. Ese día se cumplía una semana de encierro en esas cuatro paredes. ¡Esas malditas paredes! El tiempo ahí pasaba cada vez más lento. No recuerdo haber pegado los ojos en ninguna sola noche, tal vez lo hacía por las tardes o por las mañanas cuando el sueño vencía a mi cuerpo. El agua potable se había terminado un día antes, al igual que la comida. Ese día metí al microondas la comida de croqueta, algunos pedazos sabían a carne, y no eran tan amargos como los de pollo. Al terminar el último bocado vomité.

En momentos las paredes crujían, y poco a poco se juntaban dejándome sin respirar... ¡Maldita sea! ¡Necesitaba salir de aquel lugar! En esas ocasiones golpeaba las paredes. Ahí fue cuando me di cuenta de que tenía un nuevo tic nervioso. Me sentaba en el mismo rincón, debajo del teléfono. En el fondo sabía que tarde que temprano ese aparato sonaría, abrazaba mis rodillas y balanceaba mi cuerpo, para delante y hacía atrás, una y otra vez, nunca me daba cuenta de cuándo paraba. ¡Quiero detenerme! quiero detenerlo ¡Detente! ¡Deja de moverte! Gritaba en ocasiones, pero todo seguía.

La llamada llegó esa misma noche. El timbre del teléfono me hizo regresar del viaje astral en el que me encontraba. Miré el reloj. Dos de la madrugada. ¿Quién marcaría a esa hora? Lo supe. ¡Me habían descubierto...! La adrenalina recorrió mi cuerpo como si fuego en pólvora fuera. Y es que, cuando tienes un plan es sencillo no cometer errores, pero cuando llega el momento de improvisar en cualquier momento puedes fallar. Y así comprendí que todo había llegado a su fin. La huida había terminado...

Un timbre más, y el sonido hizo que mi cuerpo se sacudiera como si en ese momento no le quedara ninguna gota de valor. Timbró tres veces más. Descolgué. Aguanté la respiración. Pegué el auricular a mi oreja. Me quedé en silencio...

La voz al otro lado de la línea fue clara: "Solo diez minutos" Colgué. Solté la respiración. Saltar desde un catorceavo piso no era opción. Mi cuerpo se había helado en solo segundos, sentía algo más que miedo. Me levanté del suelo, mis pies tardaron en despegarse de la duela. ¡Qué voy a hacer! Me acerqué a la ventana, y lo que antes era una calle abandonada ahora estaba ocupada por tres camionetas Suburban negras. Cada una con cuatro hombres bien entrenados y armados hasta los dientes. Cualquier paso en falso, y vaciarían sus cartuchos encima de mí. ¡Puta madre, estoy jodido!

Entré al guardarropa, en el camino dejé la playera blanca, el pantalón corto, los calcetines, y algo de fuerza, si es que todavía había algo de eso en mi ser. Dos minutos después de la llamada... pero ¿Cómo se suponía debía ir vestido? Cambié los pantalones cortos por el primer pantalón de vestir que encontré limpio, no pasó lo mismo con la camisa que tomé de la ropa sucia, una corbata azul y un saco ya usado anteriormente. ¡Por Dios! ¿Cuánto tiempo sin verme en el espejo? Sumergí mi cara en el lavatorio, tenía la esperanza de verme un poco mejor, pero no fue así. La imagen de mi rostro en el espejo era perturbadora, enjuagué una vez más, pero entre más me observaba, lo único que podía apreciar era lo demacrado, pálido y ojerudo que lucía. Me di cuenta de que esa sensación de contemplarme en el espejo y no reconocer en lo que me había convertido hacía que me asfixiara. Intenté acomodar mi cabello. Suspiré. Ocho minutos después de la llamada...

Repasé el plan que había ensayado tantas veces con Madonna para este momento... ¡Por Dios! Quería llorar, cómo desearía que Madonna estuviera aquí para defenderme. Abrí la caja fuerte, la combinación no era tan difícil, nueve derecha, nueve izquierda, nueve derecha, nueve izquierda, girar completo. tirón, y estaba abierta. <<Coges la semiautomática y la colócas en tu espalda>> había dicho viéndome a los ojos, como si fuera posible que olvidara ese primer paso. <<luego coges la automática, está ya está preparada para ajustarse en el tobillo interior, es muy posible que luego de pillarte con la primera no busquen otra más, si no te la encuentran tendrás un poco de ventaja>> Por último, había un tubo muy pequeño de vidrió <<No olvides esto, no es necesario que sepas que es, pero si todo sale mal, lo abres, y lo tomas sin titubear, ¡no permitas que te vean sufrir!>> Ahora sé que dentro de él hay arsénico. Madonna era un ex militar de la fuerza aérea de Estados Unidos. Sabía de lo que hablaba. Así que siempre era imposible desobedecer a uno de sus planes.

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⏰ Last updated: Jul 29, 2019 ⏰

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