Dos niños con apariencia de 13 años estaban corriendo entre las calles húmedas de España debido a la fuerte lluvia que se presentaba, siendo uno más rápido que el otro que intentaba alcanzarlo de cualquier forma. Cuando estaban a punto de llegar a la gran reja de la mansión a la que era su destino, el que iba marcando el paso se cayó de cara bajo un charco debido a un resbalón con las piedras del camino.
Antes de auxiliar al que estaba en el suelo, el niño que le acompañaba se burló primero, riéndose estridentemente―. ¡No mames, Venezuela! ¡Qué caída tan pendeja!―se siguió riendo mientras le ofrecía su mano como apoyo para que el otro se levantara.
El niño de nombre Venezuela tomó la mano del otro y lo atrajo con fuerza hacia él, haciendo que se desplomara al no verlo venir en el charco de lodo en el que él mismo estaba sentado y el culpable de sus ropas enlodadas.
Venezuela se carcajeó al ver que su cara estaba por completa llena de barro, viéndose apenas sus ojos verdes furibundos―. Aaaaah ¿viste? Pa' la próxima no te metas conmigo, México. ―le sacó la lengua, escupiendo un poco al sentir el sabor a tierra de sus labios.
― ¡Si eres cabrón! ¡Ahora nos van a regañar peor! ―exclamó México, sintiendo una extraña mezcla entre la diversión y el enfado.
De pronto, con las palabras recientemente expresadas los dos se acordaron del porqué habían estado corriendo: para evitar que sea menos doloroso el castigo de España por haber salido sin permiso. Tragaron en seco por el miedo y se levantaron rápidamente. Lo bueno: es que estaban cerca de su "hogar". Lo malo: es que estaban todos mugrientos y mojados. Sería muy difícil inventar una historia de la razón si los conseguían.
Ya llegando a la cerca del patio trasero (evitando por supuesto la entrada) se dispusieron a escalarla con apuro. México lo hizo fácilmente, su altura le permitía hacerlo con menos esfuerzo y al parecer también tenía un don natural en eso, en cambio, a Venezuela le costó un poco más debido a su pequeña estatura que no le permitía apoyarse bien con las piernas. Ya entrando a lo que sería el patio, Venezuela comenzó a preguntar:
― ¿Qué excusa le vamos a decir ahora a papá?―México alzó una ceja en su dirección, haciendo que Venezuela encogiera un poco de hombros―. Es por si somos sala'os y se encuentra en casa, ya sabes... Hay que tener un plan "B".―se explicó.
México asintió, entendiendo su punto y colocando un dedo en su mentón en pose contemplativa, pensando durante unos segundos. Chasqueó los dedos ante una idea―. ¿Qué te parece si le decimos que estábamos jugando con la lluvia en el patio? ―preguntó, esperando su opinión.
―No seas mongólico.―Venezuela resopló, mirando a México como si éste fuera un idiota sin remedio... Quizás lo era―. Para empezar, esa excusa ya la usamos antes ¿Acaso olvidaste que no funcionó?
― ¡Ah, que chingada! Tienes razón.―suspiró― Entonces ¿Qué le diremos?
Venezuela sonrió, esta vez era su oportunidad de impresionar a su "hermano" con su ingenio―. ¡No te preocupes! Déjamelo a mí.
Los pequeños México y Venezuela, confiados, subieron la pequeña colina y se dirigieron con paso seguro a la puerta que daba a la cocina (donde su padre no pasaba al ser lugar de la servidumbre), abriéndola de un golpe, asustando a los otros países que estaban allí y que parecían estar realizando el mayor robo de su vida.
―Oh, yo también quiero galletas. ―se acercó México a Chile que estaba montado sobre una silla para alcanzar el frasco que las contenía.
― ¡Woah! ¡No te acerques, weon! ¿Acaso no ves que estás sucio? ―exclamó Chile señalando lo obvio, tratando de esquivar al mexicano que quería agarrar sus preciadas galletas en ese estado.
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It all started with little things.
Romance―¿Sabes algo? Aunque al principio pensé que era una broma cruel del destino para complicar más mi mardita vida... No me arrepiento de haberme enamorado de ti. Se miraron dos chicos completamente opuestos pero perdidamente enamorados del uno al o...