El náufrago espacial

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Capítulo 1

Había sido un día de mierda, de esos que inician mal y solo empeoran con el pasar de las horas. Mientras caminaba por la playa fumando un cigarrillo, pateaba la arena y el sol se ponía; cubriendo todo con esos tonos rojizos y dejando que la oscuridad vaya asomando las narices poco a poco. Él se negó a dejarse llevar por aquella belleza ¿Alguna vez han tenido un mal día y aunque saben que deberían intentar sentirse mejor, lo único que quieren es hundirse en esa molestia y esperar a que el día acabe? Pues así se sentía él. Alguien había olvidado sus gafas en la arena, las levantó y se las puso, las micas eran demasiado oscuras y no podía ver nada. Se puso a caminar sin quitárselas, iba con la vista abajo tratando de ver sus propios pies, sin preocuparse a donde iba; no había ya nadie en la playa, era un poco raro, pero esto no le sorprendió, noticias de guerra habían llegado estos días a la televisión, eso mantenía a la gente dentro de sus hogares. Un fuerte golpe en la frente, el sonido sordo de madera y el humo del tabaco revuelto en sus pulmones, lo hicieron gritar y maldecir, botó las gafas al tiempo que trataba de controlar la tos, y se sobaba la frente. Chocó con la torreta que usan los salvavidas para vigilar a los nadadores en apuros, se dejó caer en la arena y comenzó a reír con dificultad, el humo seguía en sus pulmones y buscaba salir, vaya forma de cerrar el día pensó, de pronto el enojo de un mal día se disipó, así como el humo en el aire, ese es el poder de la risa. Tendido boca arriba a unos pasos de la victoriosa torreta, que le había sacado su mal humor de un solo golpe, miraba las estrellas, el cielo perfectamente despejado. Hubo un tiempo cuando era niño en que se pasaba las noches mirando al cielo, soñando con ser astrónomo, ¿qué habrá pasado con ese sueño?, se preguntaba, era curioso hay sueños que un día simplemente se desvanecen, así sin más, no sentía nostalgia por aquel sueño, pero no recordaba en que momento dejó la astronomía fuera de sus metas y se preguntaba ¿qué la sustituyó? Uno tiene muchos sueños a lo largo de su vida, van cambiando conforme uno crece y madura. Una estrella fugaz que cruzó por su vista en ese momento, le hizo pensar en esa gente que pide deseos, pensando que son estrellas viajeras qué van por el universo dejando una estela de luz detrás de ellas, cuando solo son rocas atravesando la atmosfera terrestre. Una brisa cálida empezó a soplar, se sentía muy bien, cerró los ojos y disfrutó ella, después de unos momentos, se convirtió en un viento caliente y muy fuerte, el cual solo duró un segundo, abrió los ojos y miró a su alrededor, no había nadie, al menos no hasta donde la noche lo dejaba ver. Se incorporó para sentarse y encendió otro cigarrillo, sacó su licorera y le dio un sorbo, pero estaba vacía, la guardó y se quitó las gafas, podía ver las olas llegar y cubrir la arena con su espuma. Dicen que cada ola que llega a las playas, ha viajado miles de kilómetros, por días y que se originaron sabrá dios donde; vaya dato inútil pensó, pero aun así le resultaba triste ver aquellas olas morir en la arena una tras otra, sin parar.

Había un bote que navegaba en dirección a la playa, solo un hombre se veía a bordo, era uno de esos botes con motor pequeño, de esos que usan los pescadores, avanzaba lento, rompiendo las olas con facilidad; el capitán de la nave se veía cansado, preocupado, solo quería llegar a la playa. El hombre en el bote miraba al sujeto sentado junto a la torre del salvavidas, mirando al cielo, humanos, siempre mirando al cielo, pensó, no fueron nunca capaces de ver lo que tenían aquí abajo, nadie lo hizo.

Vio cuando bote alcanzó la orilla y el marino bajó, arrastró su bote fuera del alcance de las olas y se desplomó en la arena; se sorprendió, no sabía cómo interpretar eso, tal vez solo estaba exhausto, pero ¿Y si no era así? Se puso de pie y caminó a prisa, no quería correr, por si pudiera estar equivocado y quedar como tonto. El hombre estaba tendido sobre su costado y respiraba muy fuerte.

—Disculpe, amigo, ¿Se encuentra bien? — no hubo respuesta, definitivamente no están bien, lo tomó del hombro y lo puso boca arriba.

—Vamos amigo, aguante— corrió a la torre donde había visto un bote de agua que alguien olvidó y regreso en seguida. Levantó la cabeza de aquel moribundo con cuidado y le puso la botella en su boca.

Los últimos días de la tierraWhere stories live. Discover now