La Arena.

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-Cashmere...

        La voz de Teseo, firme y confiada, me saco de mis pensamientos. En sus manos tenía una chaqueta de un material parecido al de als bolsas de basura. Era de un color gris muy oscuro y tenía varios bolsillos interiores.

        Era la ropa que ocuparía en la arena. Miré la ropa que ya llevaba puesta: una camiseta de tirantes gruesos color negra, unos pantalones con una infinidad de bolsillos color verde militar y botas militares. Luego volví la mirada a la chaqeta. La ropa no me decía nada.

-¿Cómo crees que será la arena? -pregunté a Teseo al tiempo que me ponía la chaqueta sobre los brazos y cerraba el cierre hasta la mitad.

        Luego de meditarlo un poco, Teseo habló.

-No lo sé -dijo al fin-. Sabemos que no será una playa, la ropa no serviría en nada. Ni tampoco una montaña nevada.

        Rode los ojos con un suspiro. Eso ya lo había sacado por mi cuenta. Teseo se acercó a mí y empezó a amarrar mi cabello en una cola alta.

        Cuando terminó, me dejé caer en uno de los sillones que tenía la pequeña sala que nos daban para prepararnos antes de partir a la arena, antes de partir a nuestra muerte inminente...

        Negué con la cabeza. No. Debía dejar de pensar así, debái ensar que iba a ganar los Juegos... porque... iba a ganarlos... ¿no?

        Un pitido sono, oí una voz, pero no alcanzé a comprender que decía, cuando sentí las firmes manos de Teseo arrastrarme hasta el tubo.

-¿Qué? No, no, no. Aún no llega el momento de irme a la arena, no puede haber llegado -el pánico me inundo, empecé a verlo todo borroso-. No, ¡no! Aún no estoy lista, por favor, por favor, Teseo, te lo suplico... -la voz me temblo-. No me dejes ir, por favor...

        Teseo me metió al tubo y las pueras de este se empezaron a cerrar.

-¡Teseo!

        Golpeé el plastico, desesperada por salir. El tubo empezó a subir y el corazón se me aceleró.

-¡Teseo! ¡Por favor!

        Entonces el habló. No pude escucharlo, pero vi como movió los labios, vi que era o que intentaba decir, con su impasible rostro y su triste mirada, con sus firmes manios, una sobre otro frente a él y su serio semblante... «Lo siento». Dos simpels palabras que lograron calmarme, centrarme.

      Respiré ondo y me enderecé, justo cuando el tubo salió a la superficie. Miré a mi alrededor. Largas extenciones de arustos de varios metros, muros de piedras y árboles de troncos gruesos me rodeaban... Era un labrinto... y yo estaba en el centro.

        Miré a mi alrededor y vi a los demás tributos, igual de desconcertados que yo. Las plataformas donde nos encontrabamos formaban un circulo que rodeaba la cornucopia, una construcción de piedra, rodeada por enredaderas que tenía la forma de una... bueno, cornucopia.

        La cornucopia estaba rodeada por armas y mochilas de diferentes colores y tamaños. Habían desde espadas hasta dagas, desde arcos hasta machetes.

        Mis ojso se dirigieron a un cinturón lleno de cuchillos y dagas de todos los tamaños, pero estaba casi al centro de la cornucopia, nunca llegaría con vida ahí. Ya quedaban tan sólo 25 segundos, debía concentrarme. Con la mirada busque algo útil. El laberinto estaba tapado de niebla por mi lado izquierdo, apenas se veía lo que había, debería ir por ahí, la niebla me serviría de camuflaje. La mochila más cercana a mí estaba a tan slo unos siete u ocho pasos, era pequeña y de color verde ocuro; no sería tan dpificil camuflarla. Ya quedaban 10 segundos.... 9 segundos... 8 segundos...

        Respiré ondo. Cinco segundos... Mentalmente le mandé un mensaje a mi hermano mellizo, una promesa: «Ganaré por tí. Nos volveremos a ver». Tres segundos... Dos segundos... Un segundo...

        Un cañonazo resonó. Salté de mi plataforma y corrí hacia la mochila verde oscuro, agarrandola de un asa para luego correr lo más rápido posible al laberinto, a la parte tapada de niebla.

        No fue díficil. Me iterné en el laerinto, por un pasillo de muros de piedra y corrí durante lo que me pareieron minutos. Aún no rebisaba el interior de mi mochila, no sabía si había tomado la mochila que contenía la clave para la victoria o un pedazo de galleta rancia.

        Entonces me frené de golpe. Michael había aparecido de en medio de la nada, con una espada entre las manos y una expresión de maniaco plasmada en el rostro.

        Restrocedí, intentando ocupar mi pequeñ mochila verde oscuro como escudo. Tropecé con algo, una piedra, quizá, y caí al suelo.

-Michael... No tienes poqiue hacer esto... Podemos ser aliados... Yo...

-No, no, no... Tu vas a morir. Yo te materé -me cortó el chico, levantando su espada y apuntandomé con ella.

        Retrocedí arrastrandome. ¿Cómo era posible que con tan poco tiempo en los Juegos se hubiera vuelto loco ya? ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Sería la perdida de la noción del tiempo un efecto del laberinto? ¿O seía la extraña locura de mi compñero un efecto del laberinto?

        «Estás en los Juegos. Todo es posible», me recordé.

        Entonces Michael bajó la espada. Un corto grito se escapó de mi garganta y cerré lo ojos. Entonces oi la espada repiquetear en el suelo, justo a mi lado. Al abrir los ojs vi a Michael en el suelo, bufando y gruñendo como un animal y al frente de el, un chico escualido de no más de 15 años, con una mata de pelo enrulado color canela y penetrantes ojos azules, una expresión de miedo en el rostro. Seguramente estaba corriendo desesperadamete y choco con Michael, justó a tiempo para savarme. Creo que debería agradecer su estupidez.

        Sin perder tiempo, tome la espada que reposaba a mi lado, me arrodille y la clave entre los abdominales de Michael, con todas mis fuerzas. Una expresión de sorpresa recorrió el rostro de Michael mientras convulsionaba, y luego calló pesadamente sobre el suelo de piedra, mientras la luz de vida y locura abandonaba sus ojos. Yo solté la espada, dejandola clavada en el cuerpo de mi compañero, al tiempo que un cañonazo sonaba.

        Sabía que no era prudente dejar la espada allí, pero relamente yo no era alguien que supiera manejarse con espadas, eran demasiado grandes y pesadas. Lo mío ern los cuchillos.

        Me levante jadeando, con las manos sobre mis rodillas y miré al chico. El seguía en el suelo y me miraba con susto.

        Me pregunté si me serviría como aliado, pero era demasiado débil. Lamentablemente, tendría que dejarlo ahí.

        Tome mi mochila y corrí por el pasillo de la izquierda, por donde había provenido Michael. Sin darme cuenta, me había internado en un pasillo con inmensos arbustos a ambos lados. Paré, jadeando, y miré hacia el cielo. En ese lado del laberinto, la niebla se había dicipado y podía ver las primeras estrellas. Sería mejor que buscara un lugar donde pasar la noche. Caminé varios kilómetros son encontrar nadam hasta que me decidí a dormirm escondida en los arbustos. Fui al pasillo de arbustos más cercano y me senté en el suelo, a ver el interior de mi mochila. Había poquisima luz, pero pude ver que había una linterna, un set de filos de cuhillos y dagas de recambio, una cantimplora y un paquetitos de frutos secos.

        Abrí el paquete de frutos secos y me comí unos cuantos, cuidando no comer demasiados. Luego saque dos filos sde cuchillo, amarrandomé uno al cinturón y dejando el otro libre para poder ocuparlo. Luego guardé los demás en la mochila y me metí bajo el arbusto, con uno de los filos de cuchillo en la mano.

        Me asguñe la cara con las ramas, pero no e importó. Ocupe mi mochila de almohada y espere oír el himno del Capitolio para ver las caras de los muertos en el cielo. Cuando sonó, sauqpe la cabeza por entre las ramas y mire hacía el cielo. Habían muerto once tributos. Michael, el chico de mi distrito, el tributo masculino del 3, los dos del 5, la chica del 6, los dos del 9, la chica del 10, el chico del 11 y los dos del 12. Me pareció que conocía a la mitad, y los nombres sólo sabía los de unos cuantos.

        Suspiré y volví a internarme en mi arbusto. Pensé en mi hogar, en el Distrito 1, en Gloss y en mis amigos... Pensé en Teseo y en Agatha, en Agamenón y en MIchael... Pnesé en demasiadas cosas, y no deje de pensar asta que caí dormida.

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⏰ Última actualización: Oct 17, 2014 ⏰

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