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Pasaban los días, pasaban las semanas y tus ojos no me miraban.
Si tan sólo hubieras sabido que todos los días me ponía a pensar en qué había hecho yo, para que tú actuaras de esa manera.

Más tarde comprendí, que no era mi culpa, era la tuya.

Era tu culpa por creer en esos absurdos rumores que rondaban por los pasillos.

Las cosas que nunca te dijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora