1.El Gun Club

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Durante la guerra federal, en los Estados Unidos, se creó un club muy influyente en la ciudad de Baltimore. Se trataba del Gun Club formado por antiguos armadores, comerciantes e ingenieros que, durante la contienda, se hicieron capitanes, coroneles o generales sin haber pasado por la escuela de West Point. En poco tiempo igualaron en el arte de la guerra a sus viejos colegas europeos, sobre todo en la técnica de la balística.
No es que sus armas mostrasen una mayor perfección, sino que tenían dimensiones que alcanzaban distancias hasta entonces desconocidas por los ingleses, franceses o prusianos.

Los periódicos del país celebraban estos eventos con entusiasmo, y hasta el más insignificante tendero se rompía días y noches la cabeza calculando extraordinarias trayectorias balísticas. Esta aficcion a la artillería fue la que hizo posible la fundación del Gun Club que en poco tiempo alcanzó los 1833 socios. Una condición imprescindible se imponía a todos los que quisieran ingresar en el: haber imaginado o al menos perfeccionado, un cañón, y en su defecto cualquier arma de fuego.

Fundado el Gun Club, puede imaginarse lo que produjo en el terreno de la artillería el genio americano: las máquinas de guerra adquirieron dimensiones colosales, consiguieron enormes distancias y produjeron un número de víctimas hasta entonces desconocidos. Por ejemplo, el cañón Rodman, que alcanzaba doce kilómetros y era capaz de aniquilar a 150 caballos y 300 hombres. O el mortero inventado por J. T. Maston, secretario perpetuo del Gun Club, cuyo disparo de prueba, por error, mando al otro mundo a 337 personas.

Hay que añadir que estos yanquis, valientes a toda prueba, no se contentaron solamente con los experimentos, sino que pagaron esta afición en sus propias personas. Un buen número de ellos quedó en el campo de batalla, y de los que regresaron, muchos llevaban las marcas, los brazos articulados, ganchos en vez de manos, mandíbulas de goma cráneos de plata, narices de platino, nada faltaba en la colección.

Un lamentable día, sin embargo, se firmó la paz entre los supervivientes; los cañones volvieron a los arsenales, las balas se amontonaron en los polvorines y los miembros del Gun Club permanecieron sumidos en una profunda ociosidad.

Es desolador. ¿Donde estan los días en que el cañón nos despertaba con sus alegres detonaciones?.
-¡Y ni una guerra en perspectiva!- exclamó entonces el célebre J. T. Maston, rascándose la cabeza con su gancho de hierro-. Y eso cuando hay que hacer en la ciencia de la artillería...
-Sin embargo- intervino Bel coronel Blomsberry-, sigue habiendo tensiones en Europa...
-¿Y que?
-pues que acaso se declare alguna guerra allí, y si aceptan nuestros servicios...
-puesto que las cosas están así, no nos queda más remedio que dedicarnos durante los últimos años de nuestra vida a plantar tabaco o a destilar aceite de ballena.
Hay razones para batallar ¿No perteneció América a Inglaterra?, ¿Por que Inglaterra?- dijo J. T. Maston tierra no ha de pertenecer ahora a América del Norte?.
- eso sería lo justo- respondió el coronel Blomsberry.
-¡Vayamos a proponérselo al presidente de los Estados Unidos; y ya verán como nos recibe!- gritó vJ. T. Maston.

Las cosas iban así, los ánimos se exaltaban cada vez más, y el club se hallaba amenazado de una próxima disolución, cuando un inesperado acontecimiento impidió aquella verdadera catástrofe.
Al día siguiente de la conversación que acabamos de relatar, estos hombres recibieron la siguiente carta:
Baltimore, 3 de Octubre.
El presidente del Gun Club tiene el honor de comunicar a sus colegas que en la sesión del día 5 del mes en curso se les pondrá en antecedentes de un hecho que les interesa mucho. En consecuencia, se les ruega que asistan puntualmente y sin ningún pretexto a dicha sesión a la que se les invita con la presente circular.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2019 ⏰

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