Kamado Tanjirou era tan cálido como los primeros rayos de sol luego de una noche fría, suave como la piel tersa de su máscara de jabalí y sus amables palabras llegaban hasta el corazón de Inosuke en los peores momentos, congelando y haciéndolo sentir extrañamente satisfecho.
Era felicidad, la que invadía su cuerpo.
Los ojos rojizos que le miraban transmitían una bondad y sinceridad pura, un elogio acompañado de una gentileza que él no estaba acostumbrado a recibir. Su brutalidad le decía que esta emoción era demasiado pacífica e Inosuke no sabía cómo reaccionar ante ella.
Así que en vez de actuar como cualquier persona normal, apenas la felicidad llenaba su ser la reemplazaba con una rabia inmensa ya conocida, culpando a esta del sonrojo en sus orejas y con los dientes apretados, le gritaba al chico en frente suyo.
⎯ ¡Maldito Gonpachi Kamaboko!
La gran sonrisa que Gonpachi estaba mostrando se deshizo para mostrar una expresión indignada y Hashibira casi se lamentó haber interrumpido la anterior expresión en su cara.
⎯ ¿¡A quién estás llamando?!
Buscó por nombres en su cabeza por un momento, distrayéndose completamente de lo que iba a decir.
⎯ ¡Genkoro Shakariki!
⎯ ¡Ese no soy yo!
⎯ ¡Tontaro Itadaki!
El chico volvió a negar con la cabeza e Inosuke esta vez sí se sintió realmente enojado y soltó sin pensar.
⎯ ¡Agh, no importa! ¡Solo deja de hacerme feliz!
Marchando con pasos furiosos, se fue del lugar sin mirar atrás la expresión estúpida en la cara de Tontaro, había demonios en el lugar y estos no se iban a matar solos.
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Las palabras de Inosuke se repetían en la cabeza de Tanjirou.
"⎯ ¡Agh, no importa! ¡Solo deja de hacerme feliz!"
Ah, más exactamente era la parte de:
"¡...Deja de hacerme feliz!"
Era un poco difícil de asimilar. Tenía bastante claro que al menos no lo odiaba, a pesar de la brutalidad sus palabras y la expresión siempre desafiante, media enojada y media sonriente, que siempre mostraba en su preciosa cara cuando estaba junto a él, Tanjirou sabía que por detrás del ardiente fuego de la mirada de Inosuke, lo veía como un compañero.
A lo más, al igual que él, lo consideraba un amigo.
Pero... ¿Él hacía feliz a Inosuke?
Lo sorprendía de sobremanera, tal vez porque Inosuke era como una bestia indomable que desataba pasión y motivación a cualquier batalla en el momento en que entraba.
Tal vez porque el verde resplandeciente en los ojos de Hashibira se comunicaba sin palabras con la naturaleza de las montañas y cuando miraba el rojizo gentil en el iris de Tanjirou, este nunca sabía bien en qué estaba pensando. O tal vez porque sabía que Inosuke jamás se encontraba satisfecho, siempre quería ser más fuerte, pelear mucho mejor y por alguna razón Kamado había asumido que su felicidad se encontraba en superarse a sí mismo una y otra vez.
Sin saberlo, calidez se esparcía por su cuerpo, fluyendo a través de este como el agua, tan natural y refrescante como las gotas de rocío luego de una noche larga después de haber exterminado demonios.
El sol se levantaba en el alba de una nueva felicidad encontrada, alumbrando incesante las figuras de Tanjirou e Inosuke, entregándoles una vista hermosa en la cima de una montaña cuyo nombre no recordaba. El azul del cielo no se comparaba con el azul del cabello del chico a su lado, que ondeaba con suavidad ante la débil brisa y Tanjirou perdía su mirada en la ajena, que miraba a la distancia cómo el astro se alzaba y sonreía orgullosamente al pensar en lo rápido que habían completado la misión.
Por un segundo, Kamado quiso quedarse estático en el momento.
La suciedad y mugre en sus trajes no importaba, quería quedarse ahí, con Hashibira a su lado un segundo más y disfrutar de la tranquilidad que la vista y el pensamiento de hacerlo feliz le otorgaba.
Aunque claro, con Hashibira, la tranquilidad era lo que menos duraba.
⎯ ¡Oi, Kanjiro Anago! Hay que empezar a movernos para llegar a la siguiente misión.
Una pequeña expresión de desaprobación involuntariamente se mostró en la cara de Tanjirou.
⎯ ¿Qué te pasa, Tangoro Hamado?
⎯...
Ah, que importaba si Hashibira aún no se aprendía su nombre a pesar de estar juntos en innumerables misiones.
Lo único que importaba es que tenía un sentimiento que necesitaba sacar ahora de su pecho.
Tanjirou tomó las manos de Inosuke y los ojos de este se expandieron en sorpresa, la punta de sus orejas coloreándose en vergüenza.
⎯ ¿Q-Qué estás haciendo, Chanjiro Amado?
Con un tono ligeramente nervioso, Hashibira se avergonzó aún más al tartamudear involuntariamente y esperaba que el chico en frente suyo comentara algo al respecto, pero lo único que sucedió fue que una sonrisa gentil se instaló en sus labios, sus ojos rojizos calentaban tal fuego en fogata momentánea y a pesar de que Inosuke tenía dos espadas a cada lado de su cintura, la calidez que los ojos rojizos desprendían lo desarmaban por completo y lo impulsaban a por una vez por todas, escuchar con atención lo que él tenía que decir.
⎯ Inosuke... Sé que me dijiste que no, pero la verdad es que quiero hacerte feliz.
⎯ ¡...!
¡Pero qué cosas innecesarias estaba diciendo! ¿¡Cómo se atrevía a hacer latir su corazón tan rápidamente!? Inosuke quería enojarse con él, gritarle, algo, lo que sea, pero lo único que conseguía mientras lo miraba en sorpresa era quedarse inmóvil mientras la felicidad lo recorría entero con caricias cuidadosas, aprovechando que esto lo había tomado por sorpresa y dejándolo sentir de lleno la inocua sensación.
Era imposible apartar el verde de sus ojos del rojo de los de él, pero algo dentro de Inosuke no lo dejaría quedarse con la última palabra.
⎯...Yo también puedo...
La cabeza del chico en frente suyo se tildó de lado en buena voluntad, genuinamente confundido y estúpidamente adorable a la vista de Hashibira.
⎯ ¿A qué te refieres?
Inosuke apretó con fuerza las manos que aún sostenían las suyas, mientras en un impulso le gritaba en la cara.
⎯ ¡Yo también puedo hacerte feliz, Kamado Tanjirou!
Los ojos de Tanjirou se abrieron en sorpresa y se sintió conmovido desde lo profundo de su corazón.
⎯ ¡Recordaste mi nombre!
⎯ ...
Toda la cara de Inosuke se coloreó ante la felicidad exuberante que Tanjirou mostraba hacia él, esto era más de lo que podía soportar y la sonrisa gigantesca que el chico le daba definitivamente no ayudaba.
El cuervo de Tanjirou, Kasugai, los miraba desde la copa de un árbol y asentía con su cabeza mientras estiraba sus alas para emprender vuelo hacia ellos e informarles hacia donde se tenían que dirigir ahora. Los humanos tenían formas extrañas de demostrar su amor, pero esperaba sinceramente que sea cual sea el camino que tomaran estos dos, los llevara a la felicidad.