La muerte ha llegado y no se ve muy feliz. Pregunta a los insensatos por qué la han esperado para comenzar a vivir, cuando claramente su llegada implicaba el final de la fiesta.
Murdoc podía ver muy bien el cielo de tonos naranjas y morados, escuchaba a la perfección la estática del viejo radio, que por momentos se alternaba con voces de periodistas que narraban los extraños sucesos que estaban aconteciendo en cada maldito lugar del podrido mundo que se había obligado a habitar.Desde muy pequeño se había convencido de que su pueblo natal era una completa basura y que tendría que abandonarlo a toda costa, no quería vivir en el lodazal, donde lo único sobresaliente eran los vagos esfuerzos de algunos mediocres por mantener la cabeza fuera del barro y jurar que sus ropas no estaban sucias, mientras su maloliente hipocresía hacía del lodo algo aún más repugnante.
Pronto creció, conoció un poco más de mundo. Y entonces sus horizontes se expandieron lo suficiente para saber que ese lodazal, esa perfecta analogía de todo lo que está mal, se podía adaptar a la perfección a cualquier rincón del mundo. Que no había desierto, prisión u hotel de cinco estrellas que se salvara. Que allí donde llegara la escoria humana arrastraría su hediondo lodazal.
Siendo todo así llegó a la conclusión de que honraría al mundo con su presencia. Haría el sacrificio de vivir en medio de su podredumbre; porque él era mucho más, estaba destinado a la grandeza y porque tenía la habilidad innata de jamás ensuciarse de aquel barro. De nunca llenarse de aquella sucia hipocresía.
Pasó mucho tiempo creyéndolo, cegado por el ego y la arrogancia.
Y más pronto que tarde el telón finalmente se abrió; entre botellas rotas, autosabotaje y compañeros a los que se había encargado de herir desde el primer día, entendió una última lección valiosa, una última desilusión: Si podía esquivar el lodazal, si podía salir impune de entre toda la podredumbre, era porque su propio interior, su esencia y ser, eran mil veces peores que el asqueroso y corrosivo lodo.
Pese a ese descubrimiento, no dejó de ser el bastardo ambicioso que se había convencido de ser. No tenía tiempo que perder creando una personalidad más amable, la amabilidad era el consuelo de los perdedores y el había apostado el todo por el todo para no ser uno.
Fue en parte su mentalidad inconformista lo que lo llevó tan lejos, lo que le garantizó veladas maravillosas y una vida lo suficientemente interesante para no lamentarse en momentos como aquel.
¡El fin del mundo!
¿Quién lo diría?
Desde niño había pasado por tantos de esos que casi parecía un sueño irreal el que por fin llegara el oficial. Que por fin supiera que su legado no valdría de nada porque tras su muerte no quedaría un mundo que lo recordara.
Quedarían despojos, quedaría ceniza. Y la humanidad y su oscuro y apestoso barrizal se extinguirían. Y ya no habría más prisiones, ni desiertos, ni islas, ni prostitutas, ni whisky.
Ya no habría nada más de lo que solía ser su fructífera vida.
Había una botella a su lado. Y el barrio de clase media donde vivían parecía sumido en el caos y la desesperación. Al menos la casa encantada que habían conseguido era un refugio de paz. No por el momento, ni por lo agradable del lugar. Sino por la forma como todos sobrellevaban las cosas.
Habían decidido hacer una última cena, como la familia que eran.
La gente había saqueado los almacenes y en medio del pánico habían dejado muchas cosas valiosas.
Por ejemplo, los insensatos que creían que iban a sobrevivir al cataclismo se habían llevado todo enlatado que se cruzó por su camino; todo aquello que prometiera durarles lo suficiente para que tras aplazar la muerte pudieran aferrarse a la vida otro poco. Murdoc casi se preguntaba a quién demonios aquellos imbéciles pretendían contarle que fueron los últimos sobre la tierra, o cómo pasaron la insoportable estadía en un mundo destruido que no admitía humanos. Algunos otros tomaron productos de ferretería para adaptar sus casas al cataclismo. La gente hacía de todo por aferrarse a una vida que en el fondo no deseaba ni aprovechaba.
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End ⚡ 2doc One-shot
FanfictionCuando se termina el mundo piensas en cosas locas. Cosas que en toda tu vida no habías pensado y que llegan a ti como una chispa, un corto circuito que viene de la nada, que es fugaz e insignificante y sin embargo puede hacer de tu final una tragico...