Pequeña flor hija de la miel
de austera ausencia y letánico recuerdo.
Aun conservo el olor de tu existencia
mientras con paciencia cuento tus pétalos.
Domadora de quiméricas abejas,
guardas estela de estrella en tu cuerpo.
Has dejado metálicos zumbidos en mi vida,
has reverdecido mil bosques con tus ecos,
has hecho volar a cada zorzal de su nido.
Tú que vives en medio del mañana y del ayer,
que das de comer a los panales con tu esencia,
jugando a salpicar mundos fluorescentes
y paseando descalza sobre pastos de hojaldre.
Sin ser consciente que a tu paso resquebrajas el aire,
a partir de ti, la primavera se muere haciendo alarde
y hasta los animales se enteraron por estampida
y mi corazón ganó esa carrera.
El pésame del silencio resucitó a carcajadas,
las hormigas dejaron de trabajar por escucharte,
los peces nadaron por los aires dejando sus estanques;
y el sol poniente se detuvo un segundo para apreciarte.
Las nubes se embriagaron al llevar una sola de tus lágrimas
y los ríos se secaron para regar los valles,
y los mares le devuelven el agua a las montañas.
Al final, los árboles se acostaron al instante.
Te he juntado en cada gota del rocío,
te he buscado al final de cada arcoíris,
te he perseguido detrás de cada cuadro;
Aun así, la semilla que dejaste, se acuerda de ti.
7/5/2018.