Lamo como un animal tus lágrimas.
Bebo del mar uno de tus ojos
y encarcelo tus pies entre sabanas
que buscan y nadan
los lugares más fríos.
Consuelo en el invierno,
la tetera coqueteándote
mientras te silba insistente
alguna canción.
Las abejas trajeron la primavera,
y las brisas cortaban mejillas,
presurosas por la sed
se beben toda la miel
que hay en tu cuerpo.
Bebo oscuridad, y
tu cara tras tus manos
estrechas de Gibraltar,
veintitrés rejas blancas,
ocultas tras el telón
y la forma de una guitarra
tapada por lunares y porcelana
y la realidad no mezquinó
en el suplicio colectivo.
Puntos que juntos
forman imágenes
y falsas necesidades,
de saber qué somos,
que no logran saciarnos
y preferimos el hambre.
No todos los treces
caen en martes
y algunas certezas
no duran para siempre.
Toda historia tiene final.
Escuchamos la voz
desde el pulmón
de la gran ciudad,
viendo el día artificial
y el trajín animal
desde el balcón.
Pensando el recorrido
Y el tiempo de la caída
Cuantos sufrimientos evitaría.
El sufrimiento de la gota
que se estrella sobre el asfalto.
Las heridas las cura el olvido.
El vicio fue el motivo
de girar las cabezas,
Mezquinándonos pupilas,
y besar nuestros cigarrillos
y juntar el fuego y el tiempo.
Solo conseguimos nada.
Para el que no ve
Es fácil que lo engañen.
Se aniquila la inquietud
y se volvió gris el aire
cuando te cansaste de vos
y de mí me cansé,
o todos nos cansamos,
y los recuerdos
se escondieron otra vez
no sin antes despedirse.
El presente aniquiló al creyente.
Fue implícita la invitación
desde el mas allá con su iniquidad
que nos veamos en tantas porciones
como nos encontremos en los demás.
Y la luna escondiéndose,
el viento maquilló el cielo
como si fuera cemento.
Es una estafa esto
que se permita soñar
y a cuanta más ilusión
suena la realidad
y tener que despertar
pensando la impureza
del ahora que se vuelve pasado
una y otra vez.
Vi muchos hombres en el espejo
reducidos a escombros
y al sol oponerse
Y darles la espalda, o
como el tiempo educa en la piel
como el destino más común
es el no ser.
El hielo de dos ojos derretirse,
personas adorando al sol poniente
y al sol naciente ignorarlo.
Vi el cáncer en la hermosura
y a una abeja más indomable
que un león.
Que lo vi doy fe.
Quedan sin detalle
las medidas vividas
a la intemperie de la piel.
Y alguien frota el arpa
de viejas cuerdas
y gozaron a lo alto
los ángeles
desde tu pecho
como un adiós
sin decirlo
pero ahí estaba,
sin saberlo,
implícito.