- Capítulo Único. -

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A pesar de que el fuego en su mirada se había apagado, su calidez de antaño seguía ahí para embargarle el pecho y confortarlo en todo momento.

Kagami ya no le veía pero eso tampoco significaba que ya no fuera el mismo, que ya no le retara, que ya no sonriera y es que desde el accidente automovilístico le enseñaba día a día, que lo único imposible era lo que uno dejara que lo fuera.

Cada vez que le miraba se sentía orgulloso y a la vez, culpable porque desde el principio Kagami había actuado así y él en cambio se había sumido en el pesimismo que sin palabras el mismo pelirrojo había notado.

-No puedo atarte a esto, sabes. - le mencionó un día que caminaban juntos rumbo al departamento que compartían. -Será difícil y si quieres tiempo Daiki, yo puedo ir con Tatsuya.

Recordaba haberse detenido y causar que el otro también lo hiciera en plena calle, le miro un momento con los ojos bien abiertos y el ceño fruncido.

¿Qué era lo que estaba haciendo?

Primero cuestionó las palabras que Kagami había soltado así, sin razón aparente pero luego lo hizo consigo mismo pues, en verdad podía entender a su chico y eso lo hacía sentir ahora un estúpido.

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Meses atrás Kagami e Himuro se habían accidentado, dejando a uno sumamente herido y al pelirrojo sumido en la oscuridad.

No había sido culpa del pelinegro sino de un conductor alcoholizado y con todo ello, por ser quién conducía Himuro no dejó nunca de disculparse con su hermano e incluso, en su momento le imploro a él su perdón.

Al principio en verdad estaba enojado pero, por la simple razón de que aquel estuviera junto a su chico cuando todo ocurrió más luego, al ver a su cuñado tan mal dejó de sentir resentimiento alguno.

Además Kagami no le recriminaba nada, ¿por que tendría que hacerlo él?

Con todo ello mientras su pareja se aventuraba en su nueva vida cómo invidente, él comenzó a refugiarse en los recuerdos de su vida juntos antes de la ceguera.

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Ahora, con Kagami guardando silencio delante suyo, comprendió que lo había estado hiriendo sin darse cuenta.

-No digas tonterías Bakagami. - le atrajo en un abrazo haciendo que el sonrojo invadiera el rostro ajeno. -Quisiera ese emo tenerte para él, ¡ja!

-No seas idiota. - le sonrió quedo. -Se que es difícil para ti.

-Dejaré de ser un idiota. - declaró y Kagami supo que hablaba en serio, que no desviaba el rumbo de la conversación. -Ya tuve suficiente de mi. - le sonrio sincero y Kagami se contagio por el gesto. -Tú eres lo único que me importa y lo estás haciendo bien así que, lo harás mejor ahora que será cosa de ambos.

El pelirrojo embargado por la emoción le estampó un beso que sin problemas llegó a sus labios y que sin duda, el moreno catalogó como uno de los mejores que había recibido.

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Los meses siguientes fueron bastante fáciles para sorpresa de los dos pues las adaptaciones del departamento solo fueron cosa de que los muebles y objetos se mantuvieran en los sitios que Kagami ya conocía.

Resultó tener buena memoria con la distancia en pasos y, por cualquier cosa apuraba a empujones al moreno para que cada vez que terminaran algún encuentro sexual espontáneo, acomodara todo de nueva cuenta en su lugar.

Ante todo Kagami trataba de mantenerse lo más independiente que podía y Aomine no podía negarle ese deseo, por eso se esmeraba de igual forma por aprender todo lo que le hiciera más fácil la vida a su chico.

"Sarang."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora