Una pequeña chispa de fuego

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Mi reino, uno débil y pequeño... luchaba por sobrevivir, contra otros reinos que querían expandirse por medio de la fuerza bruta y asesinando a los que se oponían a ellos.

Podría sonar como si fuéramos a perder, pero no es así... yo no tenía esa mentalidad de perdedora, desde el momento en que nací dentro de este reino, juré protegerlo de cualquier enemigo y mal que se acerque, los otros reinos no eran el único problema, habían más criaturas de la oscuridad y cosas que no entendíamos; al ir creciendo desarrollé una mentalidad de combatiente... de defensora, por eso decidí que quería ser un caballero, mi padre lo fue, murió hace tiempo tratando de proteger el reino donde vivíamos, no dejaría que su muerte fuera en vano y continuaría su misión.

Lo complicado para mí es que soy mujer, y ser caballero no es exactamente lo que hace una mujer o incluso meterse en asuntos de hombres tampoco nos compete... de no ser por el general, habría entrado al cumplir los 18, pero tuve que esperar años y años hasta que pude tener mi oportunidad de probar lo que podía hacer.

Tenía entrenamiento, y una espada propia que me dio mi padre, antes de irse y nunca regresar con vida, me dijo:

-Cuídala por mi. -me enseñó su espada con una sonrisa, a lo que yo la agarré pero era muy pesada.- Algún día crecerás y podas empuñarla, algún día... harás cosas maravillosas y verás que todo irá muy bien. ¿Crees que puedas cuidarla por mi?

-Si... -le dije con cara de emoción, a lo que luego lo abracé, luego se fue.

Dos semanas después supimos que había muerto asesinado en batalla, su caballo recibió cientos de flechas, y mi padre terminó con una espada clavada en el pecho. Desde ese día, juré que cada día de mi vida sería dedicada a la tarea que me dejó mi padre.

Hace 3 años perdimos a nuestra reina, llamada Victoria, su hijo nunca nació y el rey la había abandonado; cuando todo pasó... creíamos que pereceríamos como cualquier lugar del planeta que tuviera está perdida, pero nos mantuvimos lo suficientemente fuertes para proteger este reino, y yo quería seguir esa tarea.

El día había llegado y yo estaba emocionada por finalmente probar de lo que soy capaz, por supuesto que yo no tenía armadura... me dieron una y la más pesada que tenían, el general me la puso solo para humillarme por si no aguantaba el peso. Al principio me tambaleaba por el mismo peso inmenso de la armadura, casi todos se reían de mí, pero pude levantarme y seguir hasta completar un circuito de pruebas... la siguiente, era un duelo con espadas. Agarré la mía y hacia lo mismo que mi padre hacia antes de irse a la batalla, empuñar la espada y susurrarle a la hoja cerrando los ojos.

El duelo sería contra el propio general, un señor con mucha experiencia en combate y personalmente intimidante. Pero estaba lista, así que di el primer movimiento que él me esquivo casi de manera natural. Di otro golpe que también me esquivo, y él me dio un ligero golpe con la espada:

-¿Eso es todo lo que tienes? -me dijo girando su espada para apuntarme a mi. Yo hice lo mismo.

-Solo estaba calentando. -sin esperar una respuesta de inmediato fui a tratar de tocar su pecho con la punta de mi espada, si lo hacía, ganaba.

El duelo duró bastante más de lo que esperaba y aspiraba, entre golpes y golpes alternados entre piernas y brazo míos y del general, finalmente parecía que le estaba ganando... una sucesión de golpes hizo que soltara la espada, con el mismo filo jalaba su pierna para hacerlo caer y finalmente apuntar directamente a su pecho... solo miraba fijamente con impotencia y una ira contenida por todo lo que me habían dicho de no poder lograrlo, y lo hice.

Entonces traté de levantar al general, pero no quiso ayuda,  y clavé mi espada en el suelo mirando hacia está y cerrando mis ojos agradeciendo la oportunidad. Para mí desgracia, el viejo se levantó y me dijo con un tono serio:

La vida es inesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora