Olor a roble, acero oxidado, cigarrillos, alcohol y sueños rotos era lo que se trataba de introducir en las fosas nasales de los adolescentes esa noche.
Rizos bastante crecidos y sudados se pegaban en su frente, y a nadie parecía molestarle lo realmente repugnante que podía llegar a ser la escena; parecía más de gustar que disgustar. Porque tras las gotas de sudor y la ropa apretada, estaban esos ojos verdes tan profundos, brillantes y hermosos, que con una mirada eran capaces de helarte y hervirte la sangre en un segundo. Nunca nadie supo su nombre real, pero sí sabían que se hacía llamar Edward, y Anne no podía amar más ese nombre, que tantas veces escribió en su buró y sus libros escolares, entre corazones y dibujos.
Tenía la piel como la nieve, tersa y perfecta, y sus labios color sandía, que fácilmente se podían confundir con algodón de azúcar, eran el sueño para millones. Usaba los pantalones peligrosamente ajustados y las camisetas demasiado desabrochadas, con tal de no dejar nada a la imaginación. Una bandana en la cabeza y tres vasos de whisky era lo que necesitaba para salir al escenario, y si hubiera considerado el hacerse algunos tatuajes, sería la viva y sana imagen del joven Harry Styles.
Entre sonrisa y sonrisa, entre droga y droga, entre coqueteo y coqueteo; Anne terminó en su camerino.
Habrían sido una linda pareja, de no ser por la diferencia de edad, y porque el infeliz no se quiso hacer cargo del bebé que, después de varias veces de encontrarse a escondidas en su camerino, se creó en el vientre de la joven Anne Cox.
-Hija, te he notado rara ¿Te ocurre algo? -Preguntó su madre, acariciando su nuca suavemente, tratando de disfrazar su preocupación. Anne abrió los ojos y entrelazó sus dedos sobre el regazo.
-¿Mamá, cuánto me quieres? -Respondió, tras cortos segundos, los que parecieron una eternidad. Beryl la miró extrañada.
-Demasiado, cariño, demasiado... -Respondió, inmediatamente, siendo interrumpida de la misma forma.
-¿Cuánto me amas? -Anne yacía cabizbaja y la paciencia de su madre se agotaba a pasos agigantados.
-Pero, Anne, por Dios. Dime que te ocurre, hija. -Habló, frunciendo el entrecejo levemente.
-Primero responde...
-Te amo mucho, Anne. Demasiado, eres mi hija, te adoro. -Hizo una pausa, como si tratara de unir las piezas de un rompecabezas, y continuó- ¿Hija, qué te ocurre? Puedes confiar en mi...
-Estoy embarazada, mamá.
Ese fue el comienzo del infierno en la corta vida de Anne y su pequeño bebé.
Un bebé no debería cuidar a un bebé, y desafiando las leyes de toda la lógica; fue echada de su hogar. Tres maletas era lo que necesitaba. Tres maletas cargadas de casi 14 años.
La joven no lo dudo un segundo más y fue por Louis, quien sabría que hacer, como siempre.
-¿Así que, estas embarazada? -Preguntó Louis, sonriendo y apuntando la panza de la chica, mientras su madre terminaba de servirles el té. Anne frustrada y con los ojos llenos de lagrimas, estalló.
-No sé por qué sonríes. Es lo peor que podría habe...
-Nunca digas eso, Anne Cox. -Johannah interrumpió, frunciendo el ceño.- Puede que no fuera el momento indicado, pero no te atrevas a decir que es lo peor. -Tomó asiento entre Louis y la joven, y prosiguió, acariciando el cabello de Anne.- Un bebé jamás será lo peor, querida. Es un regalo del cielo, y por un error que tú cometiste no puedes tratarlo así. Esto... -Habló dulcemente la mujer, posando su mano izquierda en la pequeña panza de Anne.- este ser humano... No tiene, ni nunca tendrá la culpa, cariño. -Sonrió, y murmurando despacio y bajo, continuó.- No puedo creer que te dejaran a tu merced, Anne.
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La Suma De Los Secretos - Larry Stylinson
FanfictionLa vida le dará el beneficio de la valentía. El amor; la cualidad de la humildad y el humanismo. El miedo; el poder de la duda y la temeridad. La razón; la fuerza divina buscada y peligrosamente ganada, que siempre ha de estar en el corazón del héro...