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En el interior de aquel bosque, el gélido frío calaba mi cuerpo aún vistiendo varias capas de ropa. Era víspera de navidad e iba camino a la cabaña que había acondicionado para que fuera cómoda para él. Por fin estaríamos solo los dos, sin nadie que nos pudiera encontrar o molestar. Un espacio que compartiría con él. Mi amado Jimin.

Mi felicidad.

Con el suelo cubierto de nieve me era imposible avanzar con el auto, así que tenía que ir a pie; con él en mis brazos. Completamente inconsciente debido a los somníferos.

Con la luz de la luna iluminando su plácido rostro, se veía tan hermoso. Su cabello; un revoltijo de tonos negros y azulados. Su piel blanca y suave como el algodón. La forma perfecta en que sus labios se curveaban al sonreír, incluso la manera en que jugaba con sus manos cuando los nervios jugaban en su contra, lo hacía único.

¡Dios!

Lo amaba en demasía.

Cada lunar pintado en su cuerpo como estrellas en una noche serena. La mirada sumisa y temerosa que había adoptado, hacían que todo él se convirtiera en un monumento a la deidad.

Y sería mío en cuerpo y alma.



*Seis meses después*

Los últimos días, su actitud distante me sacaba de quicio. La amabilidad con la que siempre lo trataba, era claro que ya no la merecería. Le juré por el resto de mi vida que cuidaría de él, lo amaría por sobre todas las cosas y jamás le faltaría algo.

No comprendía la razón de su actitud.

¿Por qué se comportaba así conmigo?

Si lo era todo para mi.

Además tenía completo sentido que al ser mi tesoro, debía resguardado de todos y bajo llave.



Cada miércoles antes del amanecer, conducía a la ciudad por comida, así cuando él despertara, encontrara el desayuno listo.

Su salud era sumamente importante. Jimin sufría de anemia, por lo que el alimento y sus medicamentos no podían faltar nunca. Solo quería que fuera feliz, jamás permitiría que le pasara algo.

El vino tinto era su favorito, también las frutas de color rojo y verde. Cada miércoles, mi pequeño Jimin sabía perfectamente que esperarme con una sonrisa en el umbral de la puerta principal era su única obligación.

Todo debía ser perfecto. TODO. Y no es que yo estuviera haciendo algo malo, pero al menos él debía ser agradecido por todo lo que le daba. Era lo mínimo que podía hacer.

Sin embargo, un lluvioso miércoles de junio todo se fue a la mierda.

Cumplíamos meses de estar juntos. Meses de tenerlo solamente para mí y quería celebrarlo.
Llevaba su cena preferida; sopa de col y tocino, tarta de carne con puré de papa y mermelada de frutos rojos con pan recién horneado.

Al entrar a la cabaña, mi pequeño no estaba en la puerta esperándome. Solo me tomó un segundo perder el control y gritar su nombre haciendo que resonara por toda la sala. - ¿Dónde carajos te has metido? No quieres verme enojado como la última vez Jimin. -

Trataba de controlarme, pero sabía muy bien que si no aparecía en seguida habría consecuencias.

Por favor, sal de una puta vez.

Lluvia Ácida - Yoonmin (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora