Capítulo 10

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ᴘᴏʀ ʟᴀ ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴠᴇᴢ

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ᴘᴏʀ ʟᴀ ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴠᴇᴢ

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Juan siempre había sido muy dramático. En el momento que Emilia se iba a marchar, se agarró a su pierna y hasta el momento en el que Natalia no intervino, nadie lo habría podido sacar de allí ni con una palanca. Natalia le deseó suerte y le dio un fuerte abrazo, también le hizo prometer que la llamaría todos los días, porque una semana era demasiado tiempo para estar separadas.

El vuelo era a las ocho y media de la noche, así que tenía que estar en el aeropuerto mínimo una hora y media antes para pasar por controles y todo lo que viajar conllevaba. En el primer control se llevó premio gordo, por suerte no saltó el control aleatorio como le solía pasar pero hasta las botas se tuvo que quitar del metal que llevaban y en la mochila, llevaba un estuche que pronto desapareció, ya que dentro llevaba un compás y unas tijeras. —¿De verdad no podéis dejar que lo pase?— trataba de convencer al de seguridad mientras se colocaba las botas dando saltitos —No quiero matar a nadie, solo quiero entretenerme dibujando, por favor— suplicó y el segurata se lo volvió a negar.

En el momento que alcanzó la terminal escuchó por megafonía que su vuelo con destino Praga se había retrasado por un problema con el combustible del avión y no sabían si tardarían cinco minutos o una hora.

El resultado final fue una hora y media.

Por fin, pensó, por fin podría entrar en el avión y estar dos horas sentada de nuevo. Pasó sin problemas al interior, de hecho fue una de las primeras, ya que se negaba a estar allí sentada en una silla de aeropuerto para acabar entrando cuando todos se lanzaban en manada. Así que al "acampar" allí tuvo suerte y pasó de las primeras.

Al entrar a la cabina, se dispuso a dejar su equipaje en el compartimento que le pertenecía. Estar relativamente cerca de la entrada de pasajeros le permitía escuchar como algunos venían corriendo, riendo y por lo que parecía empujando a la gente. Emilia rodó los ojos, ¿Qué clase de idiotas hacen esas cosas? pensó. Por el pasillo entraron aquellas personas y cuando la pelinegra bajó la mirada supo que nadie podía hacer aquello mejor que ellos.

Sus idiotas.

Natalia y Juan venían corriendo hasta donde estaba ella gritando mientras saludaban con la mano. Al juntarse se dieron un fuerte abrazo y pudo ver que detrás de ellos habían dos personas más; Jose y Andrea.

—¿Que hacéis todos aquí?— preguntó la pelinegra emocionada al borde de las lágrimas.

—A mi no me mires a nosotros solo nos han invitado— comentó Jose dejando su maleta y la de la pelirroja en el misma lado. Andrea pasó dentro de la fila de asientos que tenía delante de ella y le guiñó un ojo a la de pelo negro. Emilia cambió un poco de color.

—Teníamos planeado venir solo nosotros dos— aclaró Juan —Pero había oferta y nos salía más barato de esta manera.

—¡Oye!— Natalia le dió un codazo —Dijimos que no se lo diríamos.

—Ups— se encogió de hombros y comenzó a hacerle cosquillas a la rubia. Emilia admiraba la escena que interpretaban ambos sin dejar pasar a la gente a sus asientos y sonrió dulcemente hacia ellos.

—Venga, yo os ayudo a meter las maletas.

Natalia y Juan tenían sus asientos al lado de Emila así que pasaron a los de dentro mientras Juan les susurraba algo a Andrea y Jose. —¿Cómo es que teneis los asientos justo a mi lado?.

—Tu me pediste que te comprara el billete— dijo Juan poniéndose unos cascos.

—¡Pero no para una familia entera!— rió esta.

—Ya me lo agradecerás, guapita.

Los cinco se acomodaron en sus asientos para su viaje de dos horas en aquel transporte —¿Todo bien por ahí atrás?— preguntó su compañero de trabajo una vez el avión hubo despegado, Andrea también se asomó, con quien cruzó miradas. Todos asintieron y Juan les sacó una foto con una pequeña cámara que llevaba encima, la cual llamaba Alexis, Emilia cree que su nombre proviene de la persona que se la regaló.


El Pintor De EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora