Soy un viajero, he disfrutado conocer personas, costumbres y paisajes impresionantes. Pero esta historia no se trata de mi, sino de lo que un anciano, a quien conocí en unos de mis viajes, me contó.
***
Es la historia de Arturo, un joven amable, educado e hijo único del matrimonio Mendoza, quienes pensando en el bienestar de su adolescente hijo y temerosos de los peligros de la Ciudad, decidieron mudarse a un pequeño pueblo, tranquilo y sobretodo seguro en donde empezarían una nueva vida.
—¡Mira hijo, es un lago precioso! —exclamó su mamá entusiasmada, señalando a través de la ventana del auto.
Arturo giró la vista en dirección a dónde señalaba su mamá.
—¡Es perfecto! enseñaré a nuestro hijo a pescar —exclamó orgulloso el padre con una amplia sonrisa y las manos en el volante.
—Papá, ¿sabes pescar? —preguntó sorprendido Arturo.
—Hasta la pregunta ofende hijo —fingió indignación— .Por supuesto que sé pescar, el fin de semana iremos al lago y verás lo divertido que es —respondió el padre mirando a su hijo por el espejo retrovisor.
Pasaron los días y la familia Mendoza empezaba a habituarse a su nueva vida en aquel pueblo.
Llegó el fin de semana y Arturo junto con su papá conversaban y reían mientras caminaban en dirección al lago. Ese día, Arturo no sólo aprendería a pescar, aquel lago se convertiría en su lugar favorito.
Arturo sentado en un bote junto a su papá, escuchaba y aprendía de él como colocar los cebos en las cañas de pescar, que tipo de carrete elegir, la forma correcta de como lanzar el anzuelo y sobre todo, lo importante que era no hacer mucho ruido para no ahuyentar a los peces.
Los minutos siguientes se la pasaron riendo y conversando en voz baja. Arturo admiraba la vista que tenia del lago y sus alrededores, los árboles, el césped, la tranquilidad que se percibía ahí, era algo nuevo para él.
Mientras admiraba el paisaje, Arturo vió a una joven sentada a orillas del lago, estaba muy entretenida leyendo un libro, es que el lugar era tan tranquilo que se imaginó él mismo tumbado a la sombra de un árbol leyendo un buen libro. Sin darse cuenta se había quedado viendo a aquella joven por varios minutos, su padre sonrió al verlo y pensó que su adolescente hijo estaba creciendo.
—¿Hijo, quieres que vayamos a la orilla a descansar?, creo que para ser el primer día ya aprendiste lo básico —preguntó su papá con una ligera sonrisa.
—¡Sí!..., No —titubeó, aún con su mirada fija en la joven —mejor quedémonos a pescar un rato más.
La misma situación se repetía semana tras semana, padre e hijo iban a pescar, todo era diversión, risas y conversación, hasta que llegaba aquella joven que robaba toda la atención de Arturo, ella se sentaba en el mismo lugar en donde leía un libro. El padre se dió cuenta de lo que sucedía y al ver que su hijo era demasiado tímido, decidió ayudarlo.
El fin de semana siguiente el papá en complicidad con su esposa fingió estar enfermo, y ambos animaron a su hijo a que saliera a pescar, a lo que Arturo obedeció.
Ese día Arturo llegó al lago un poco mas tarde de lo usual, la joven ya había llegado y leía su libro como siempre, el adolescente se quedó paralizado por unos segundos, era la primera vez que no la veía desde la lejanía de un bote.
Pasaron varias horas, Arturo había olvidado por completo el ir a pescar, solo se sentó a una distancia prudente de aquella joven contemplando cada detalle de ella, desde su largo cabello negro, su tez clara, su rostro, hasta la delicadeza de sus dedos al pasar cada hoja de aquel libro.
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Mis Noches de Cuentos
Historia CortaPermítanme narrarles algunos cuentos, combinar situaciones reales con un poco de imaginación, exponer nuestros miedos más ocultos o simplemente ver la realidad con otros ojos. Dicho esto, acompañenme en... Mis Noches de Cuentos.