No pienso, no controlo.

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Sabía que estaba allí, sus amigos se habían encargado de que así fuese.

Las luces azul y rosa parecían marcar el ritmo de la música. Él solo bailaba con una amiga aquí, con un amigo allá. Pretendía disimular el nudo que se había instalado en la boca de su estómago a base de movimientos de cintura, pero en su cabeza sabía bien que no quería cruzar ni una mirada con aquella persona. No podía, no debía caer otra vez.

De pronto, Lorena le sacó de sus pensamientos chillando cerca de su oído que iba a por un par de copas más a la barra. Insistió en acompañarla, pero la chica simplemente se marchó de allí dando saltos y cantando la canción que en aquél momento parecía poner banda sonora a su vida, dejándolo completamente solo, rodeado de gente.
Un minuto, dos, tres... Miraba el reloj a cada momento, asustado y emocionado a su vez.
Y cuando por fin avistó a lo lejos a su colega en la barra hablando con el camarero animadamente mientras este le servía los dos gintónic, lo notó.

Una presencia detrás de él. Un olor dulzón que aspiró profundamente y le hizo tragar saliva. Una mano haciendo el amago de agarrar su cuello por la derecha, posándose en su mandíbula, rozando con movimientos circulares su nuca con el dedo pulgar donde terminaba el nacimiento de su pelo rapado, haciendo que el aire de la sala se extinguiese y sus pulmones pidieran a gritos respirar.

Cuando sintió la barba acercarse a su cara peligrosamente, solo pudo mirar de reojo los ojos negros que le sonreían desde el flanco izquierdo. Estaba atrapado.

—Hola pollito -saludó el moreno aún cerca de su oreja.

—Ho-hola Agoney -respondió el catalán sin saber qué más decir-. No esperaba verte aquí.

Otra mano, ahora en su cadera, le acercó hacia el otro. El movimiento lento y circular del chico le hacía moverse a su son, sin poder mover ni un músculo pues, si se dejaba llevar, terminaría en cualquier rincón de aquél local comiéndole la boca a su ex, y nadie quería que se montase una escena.

La idea de girarse y mirarlo a los ojos directamente le daba vértigo. Aun así, lo hizo cuando el canario le cogió una mano para que diese una vuelta sobre sí mismo. Cuando por fin lo tuvo de frente, no pudo más que poner cara de asombro ante la mueca de ojos achinados y sonrisa nerviosa que tenía su amigo.


—¿Has bebido? - Preguntó sabiendo muy bien que su compañero no solía tener ese tipo de comportamiento en público.

El joven soltó una risita inaudible por el ruido del sitio y, sin embargo, reverberaba en su cabeza con total claridad.

—Una vez al año... -frunció los morros el chico de pelo oscuro.

—¿Con quién has venido? -quiso saber Raoul.

Arriesgándose a que les viera cualquier persona, el de Adeje se acercó a centímetros de su cara, dejando al otro boquiabierto, para después comentarle al oído que, lo importante no era con quién había llegado, sino con quién quería irse.

Los colores subieron a la cara del rubio tan rápido que el mayor solo pudo sonreír pícaramente.

—¿Tú con quién quieres salir de aquí? -Se interesó.

—Con nadie -contestó ahora con la cabeza gacha el catalán.


—Qué cruel... -Hizo un puchero el otro.

—No soy cruel. Tú estás borracho y no sabes qué es lo que quieres. Va, te acompaño donde estén tus amigos.

El rubio cogió la muñeca ajena y se dispuso a caminar hacia la salida del local para poder buscar mejor a sus amigos, aun sabiendo que su socia seguía en la barra y volvería en cualquier momento.

Me Quedo [Ragoney]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora